10/11/08

QUE PAREZCA UN ACCIDENTE: pedorreta sin gracia

La caspa vuelve a clarear las sienes de la industria patria. Parece una broma pesada que cada año se regodeen los de siempre en la cantinela victimista en torno a la escasa promoción del cine hecho en este país para luego vomitar productos como éste. Entiendo, hasta justifico, al agnóstico que dicta sentencia en contra de una abanico temático ceñidito -algo que va enmendándose- y una carta de estilo lastimosa. Cual abogado de una causa perdida, me canso de divulgar los minúsculos méritos de muchas de las historias estrenadas, aún sabiendo que el alegato caerá en saco roto. Creo que empezaré a cuestionarme los principios.

Supongo que la imperiosa necesidad alimenticia habrá obligado a Carmen Maura y Federico Luppi a liderar una de las propuestas más banales y ortopédicas fabricadas con sello propio. Gerardo Herrero parece empeñado en transitar todos los géneros con tal de forjarse una personalidad que aún hiberna detrás de proyectos más voluntariosos que excelentes. Presumo además que no logrará régimen de autor con esta farsa pretendidamente sofisticada, penetrada por gruesos sablazos de thriller cañí rotulado a lo zafio, gentil catálogo de despropósitos, olvidables, olvidados ya, de hecho.
Tal vez me equivoque y sí haya propósitos firmes tras la floja comandancia de una nave perpetrada para acoger nuevos -y jóvenes- acólitos. Si es así, cabe desestimar el intento por sacar las pantunflas de una comicidad rancia con que hacer explotar el falso globo de intriga construido. Es intolerable el recurso a un estante de parodia chusca, me gustaría decir que próxima al esperpento, pero ni siquiera emparentada de lejos con tan noble género cómico. El esqueleto narrativo traba sus coordenadas desde la eterna historia de enredos, ahora con suegra suspicaz en pleno ahínco asesino -pero de encargo, para más inri-. O sea, se centra Herrero en filtrar aires de mascarada criminal a una trama que se quiere divertida y apenas llega a despertar una tímida sonrisa. Con ello, el honroso efecto del equívoco se diluye, perdido en una sucesión de gags tan endebles que algunos adolescentes podrían convertirlos en objeto de culto. De llanto.

Intento templar mi enojo al comprobar la herencia de los peores aromas de un pasado (creativo) deplorable. No criticaré ahora, visto lo visto, que la masa cinéfaga devore barrabasadas de hermanos por pelotas, o de padres de él, o de ella, o de pirados atrapados y demás fauna. Tienen también aquí ocasión de hartarse a golpes de chascarrillo tosco, podrán subirse al andamio acartonado que soporta chistes de cuadernillo, aparente mordacidad entre familiares e hinchada de tics interpretativos. El exceso gobernando los renglones subrayados del exabrupto. No es más que eso. Nada del arsenal desplegado huele a original, nada escapa a la fórmula de baratija soportada en la mecánica y plana dirección de Herrero. Faltaría mucha tralla para alcanzar las fronteras de una (negrísima) comedia, esos flirteos con el riesgo, incluso el homenaje al género que otros más dotados -Gómez Pereira, Trueba, De la Iglesia- lograron explorar. Creo que dejaré de soñar en la ironía engordando textos hasta hacerlos dignos de recordar. Si alguna vez dejan de confundir la ligereza con la estupidez, eso que me llevo.

No hay comentarios: