Nos habla en susurros esta película estimulante, nos va contagiando su vitalismo cadencioso, la riqueza de su armazón simbólico, la entusiasta elocuencia de sus paisajes, la herida sangrante de unas emociones que hacemos nuestras. Akin elabora un puzzle narrativo que va montando con el
La sabiduría del director presenta personajes cuya carnalidad fluye desnuda a través del cauce cultural que los define. Son seres tocados por la soledad, la culpa, el arrepentimiento, el consuelo, el perdón, por todo aquéllo que los humaniza y los hace tangibles, de una cercanía abrumadora. Y Akin les da cuerpo y voz y alma en mitad
AL OTRO LADO tiende sus invisibles puentes entre dos civilizaciones que el director muestra con pletórica veneración. Akin asume y explota el valor de una nacionalidad doble, y así nos lo transmite, se siente orgulloso, nunca juzga ni condena a quienes sintieron la necesidad de exiliarse. La suya es una perspectiva multicultural que va más allá, enunciando grandes conceptos, es el ángulo ambicioso de un emigrante que elabora con sus historias mínimas un discurso pleno, ardoroso, de una integrida
Este material narrativo alcanza así gran hondura metafórica, y el conjunto final deja el sabor agridulce de un cuento triste y lastimoso arropado con el calor de su propia grandeza. Akin rueda las secuencias con precisión y un soberbio dominio del ritmo. Su caligrafía es de una musicalidad que embelesa, nada enfática. Hace de la cámara el testigo mudo de tanta desolación angustiosa, sin darse a notar, permitiendo que estos pedazos de vida broten y lleguen a conmovernos. La colorista banda sonora aporta los sabores y aromas que la imagen pide a gritos. Los actores imprimen con su solvencia el sello de brillantez que pocos obtienen, aunque -lógicamente- quedará para el recuerdo cinéfilo el rostro de Hannah Schygulla. Pocas actrices podrían desnudarse ante un personaje con la entrega, la profesional transparencia de la musa europea. Tardaré en olvidar una escena de calado espiritual, casi mágico. En ella, su personaje, en el delirio de su tormento personal, cree ver el rostro intacto y sonriente de su hija asesinada. Destila la escena tanta hermosura que la emparenta con los grandes nombres del cine religioso europeo, alcanza Akin en este instante un virtuosismo refinado, de pureza ascética que cabe atribuir sólo a los genios.
AL OTRO LADO nos espera la vida, que continúa dejando los caminos abiertos para explorar. Más allá de la muerte azarosa y absurda podemos seguir sintiéndonos vivos, aunque sea en un estado permanente de búsqueda. Esta película nos regala los cimientos de toda una filosofía del humanismo y la interconexión en múltiples niveles, del choque y fusión entre Oriente y Occidente con personajes que deambulan por los dos extremos de esa realidad tan desconcertante como cautivadora. Almas perdidas impulsadas a reconciliarse, a encontrarse al fin. Y, arrastrándonos a hacer con ellos este trayecto de desasosiego y melancolía, no queda más remedio que plegarse ante tanta lucidez.
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