13/2/09
SLUMDOG MILLIONAIRE: el juego de tu vida
9/2/09
HÁBLAME DE LA LLUVIA: el discreto encanto de la burguesía
No se extralimita la autora de COMO UNA IMAGEN (2004) de su sendero habitual y vuelve a desvestir conflictos arrimada al humor inteligente, en franca huida del brochazo tosco que otra comedia nacional, por aquéllo del ombliguismo galo, propaga con insólita aceptación en taquilla. Sugiere poesía y lucidez un título como HÁBLAME DE LA LLUVIA, aunque no termine de ofrecer ambos elementos en grandes dosis. Al modo de un tapiz de encaje preciso, Jaoui se las arregla para enhebrar relaciones y cruces dialécticos hasta dar forma a todo un paisaje emocional, discreto pero también efectivo. Y lo hace disfrazando de enredo ligero lo que intenta ir más allá. Hay pretensiones de cuestionar certezas y miserias, de catalogar con sarcasmo algunos de los rasgos de la convivencia social. Comunicación entre hombres y mujeres, entre padres e hijos, sexismo en sectores clave de la vida pública, racismo, nudos afectivos con la infancia y el entorno donde un prisma personal sobre el mundo va fraguándose. Laten de fondo algunos grandes asuntos de este occidente contemporáneo muchas veces podrido de individualismo y plenitud laboral, seguidista de estereotipos a la hora pensar, de actuar y de sentir.
6/2/09
LA TETA ASUSTADA: miedo, silencio y tubérculos vaginales
LA BODA DE RACHEL: la familia mata
Vértices del conflicto son dos hermanas, la casadera del título y la pequeña de la familia, en libertad condicional de un centro para toxicómanos. Huelga decir que los cruces dialécticos entre ellas y el resto del clan encauzan el análisis de esos pilares corroídos por los secretos, la sombra turbia de un pasado doloroso marcando los días. Anne Hathaway -mejor que nunca, que tampoco es decir mucho- se reinserta a la vida por el camino erróneo. Da a parar nada menos que a una madriguera de cinismo y pólvora verbal, a un banquete de farsa y libre pensamiento que la volverá a situar en el alambre y le hará cuestionar los resortes de una felicidad postiza. Nada nuevo bajo el techo de un relato que se adorna con lo propio: diálogos crispados, canapés de reflexiones, y mucho de amor interracial, de segundas oportunidades, de supuesta catarsis a base de despellejarse unos a otros.
R.A.F. FACCIÓN DEL EJÉRCITO ROJO: de revoluciones, utopías y mundos soñados
3/2/09
DIETA MEDITERRÁNEA: trío entre fogones
Si se empieza a exportar tanto nivel es lógico que guionistas y directores lo usen como fondo jugoso de enredos muy nuestros, y Oristrell, doctorado en asuntos del humor, inyecta la nueva dosis de género pegado a las brasas que mejor doran el plato: ritmo, picaresca y buenos actores. Lo que cuece bajo su última pieza no es más que la clásica búsqueda de la felicidad, ahora con aderezo gastronómico y un peculiar acople sentimental a tres bandas. Será que los tiempos cambian, los ajustes legales regulan modos del amor antes impensables y no chirría la simbólica fusión de sabores, los del paladar y otros menos confesables.
Sirve el guión su ración de humor mezclado con el caos amoroso y casi siempre funciona. Las bisagras de comicidad por las que recorrer la madurez -creativa, afectiva, familiar- de la protagonista no alcanzan la cuota de esperpento zafio que podría preverse, bien de cubre Oristrell las espaldas con el oficio que lleva a cuestas. No debe olvidarse que integra el director uno de los equipos de asalto a terrenos de farsa y exabrupto más rentables del show business nacional (Gómez Pereira al frente), y es en términos de escritura donde encuentra la película sus mejores cimas. La gracieta del trío está bien acomodada, los diálogos aliñados, no se percibe salida de tono, todo es amable y digestivo, sin provocar acidez gástrica ni atascos en el esófago. Habla su película del amor y la cocina, del sexo y la cocina, del deseo, de la familia y sus nuevos códigos de estar en el mundo.Y quiere abordar la propia identidad creativa de la mujer en un entorno tradicionalmente masculino, al menos en lo profesional, ya se sabe que no tanto en la intimidad de los peroles caseros.
Una apetitosa aunque no exquisita carta de gusto popular que prefiere escudarse en los resortes agridulces para trazar su enredo, sin molestar, recubriendo del justo almíbar un menú simpático, políticamente correcto, que no llega a transgredir ni por su ingenuo ménage à trois. Oristrell dirige a sus actores (deliciosa Olivia Molina) desnudo de brillos, roza incluso lo acartonado en un prólogo virado a sepia al estilo Cuéntame. Pero no es el suyo un cine de autor de trazos memorables, sino una muestra hábil, ingeniosa, desacomplejada, de cómo relatar los ingredientes que nutren los guisos sentimentales de última generación.
2/2/09
VALKIRIA: mirando hacia atrás sin ira
Desechada la vocación reflexiva, poco puede arañarse en un conjunto firme pero carente de alma, seguro en un despliegue de medios que no logra seducir. Singer conduce con brío sobre un adoquinado narrativo sin fisuras, pero también sin matices jugosos: no da tiempo ni se pretende ahondar en personajes. Cuentan, como mandan los cánones del cine de acción, el gancho del relato, el diseño de la intriga, la estudiada rotundidad de las secuencias. Y el rostro de un Tom Cruise tan falto de matices como casi siempre, posiblemente el actor menos dotado de su generación y el que más garantías de éxito ofrece a los productores. Todos los elementos quedan ensamblados al milímetro para hacer funcionar la maquinaria de confabulaciones llena de grandes nombres, de despachos cocinando decisiones, de fechas y figuras esenciales para navegar por la trama hasta un final previsible aunque eficaz. La película servirá para estimular la voracidad palomitera del público más tolerante, ése que no se cuestiona si lo que está consumiendo aporta nuevos ángulos artísticos o queda adocenado a base de fórmulas, esquemas y demás corpiños. El sector cinéfilo de la platea recordará con nostalgia las sobrias piezas con que el cine europeo nos suele obsequiar -EL HUNDIMIENTO (Oliver Hirschbiegel, 2004), EL LIBRO NEGRO (Paul Verhoeven, 2005), LA VIDA DE LOS OTROS (Florian Henckel-Donnersmarck, 2006)-, tal vez menos hinchadas de presupuestos, pero claramente superiores como mordiscos a un tiempo de derrota moral que aún sigue levantando ampollas.
29/1/09
LA DUDA: mucha culpa y poco cine
Pero el cine es, debe ser algo más que un adoquinado reflexivo sobre el que desplegar argumentos espinosos de consumo asegurado. Se adivina el fondo turbador del dibujo de O´Grady también en el film de John Patrick Shanley, quien adapta su propia pieza teatral apoyado en dos criaturas leoninas llamadas Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman. La diferencia de bulto -hay otras menos visibles- está en los modos que éste elige para escenificar la culpa, motor de un relato cuyo esqueleto no encuentra acomodo visual a su altura. Enunciar hechos condenables desde posturas objetivas revela una valentía siempre útil para airearlos y, llegado el caso, exigir responsabilidades, honrar a las víctimas, cuestionar los márgenes éticos y legales tras los que acorazarse. Otra cosa es la habilidad artística con la que hacer discurrir el material, próximo a lo escandaloso, pegado a ese límite borroso entre la crítica y el morbo.
El director apuesta por la mesura y la contención, y centra en los diálogos -con toda su simbología, su oratoria moralizante, sus retazos irónicos- el tibio repaso al rígido conservadurismo norteamericano de los 50. Ambas decisiones, las de fondo y las relativas al embalaje, logran aprisionar el resultado y lo convierten en un ejercicio de teatro filmado, apático, deslucido, tan sobrio y aséptico que la mediocridad termina por invadirlo. Hoffman y Streep alzan cuellos y enfrentan hábitos y verborrea, secundados por una espléndida Amy Adams. Desvela el trío no sólo la mecánica estructura dramática, hecha de sucesivos vis a vis que tal vez fueran más eficaces sobre las tablas. También sirve su talento para colar en taquilla un producto de rango televisivo, incapaz de transmitir el mínimo escalofrío que podría adivinarse vistas las intenciones y el juego cómplice de las estrellas implicadas. Son ellas las que, con vaselina, esquivando hurgar en lo escabroso, salvan del peor de los naufragios al último -no muy memorable- acicate para las conciencias. Las que visten de sotana y en sacristía sus bajezas dignas de confesión.
28/1/09
THE READER: lectura y expiación
Igual que en su anterior pieza de orfebre, cuesta condensar el alcance, los pliegues de lectura que ofrece un romance tan poco ortodoxo como el que orquesta Daldry. Y es difícil por el oleaje de sentimientos oscilantes entre dos realidades, por hacernos vívido el retrato de dos almas que se hallan, se reconocen en los furtivos deslices con la literatura como vehículo de íntima conexión, el arma con que afrontar el revés del destino. Por encima de juicios moralizantes en torno a antiguos horrores, esta historia es la de un amor truncado y un secreto lacerante. Relato de amor empastado en tiempo de guerra, pero también reflexión sabia y luminosa sobre las consecuencias de nuestros actos, sobre la memoria, sobre expiación de culpas en una vida ya lejana, sobre todo aquéllo a lo que estamos dispuestos para que ese recuerdo no se difumine. El peso simbólico que late de fondo cae sobre nuestros hombros, se mantiene en ellos hasta bien pasadas las horas y habita la bodega de esas obras irrebatibles, asfaltadas de humanidad, poderosas, tan sólidas que parece un espejismo el cauce cristalino por el que van abriéndose al espectador.
23/1/09
LA CLASE: lección magistral
Siguiendo el rastro luminoso de un cine europeo de vocación testimonial, el film se asienta en una naturalidad expresiva desarmante, y lo hace sin levantar la voz. Gotea poco cine que intente describir sin juzgar un abanico temático de índole tan coyuntural, muy propenso al prisma sensacionalista. La cámara de Cantet ausculta a profesores y alumnos, calladamente, evitando entrar en la condena moral o ese traicionero didactismo que suele pringar las visiones yanquis del paisaje: marginalidad, desestructuración familiar, exaltación idealista del profesional de la enseñanza, equipado de carisma, catalizador de un cambio de actitud en sus pupilos hormonantes, incluso sorteando la rigidez de las normas del centro. Reside el logro de la película en la ausencia de moralina, del rotulado chillón sobre la sensible conciencia de una galería complacida al ver cómo pintan las cosas de mal en colegios e institutos, los recintos donde forjar a los triunfadores y los frustrados del futuro.