23/1/09

LA CLASE: lección magistral

El espectador de cine tiene el privilegio a veces de hallar en su camino muestras de un genuino interés por el ser humano, por entenderlo y engrandecerlo. Ciertos títulos trascienden el recuento de méritos cinematográficos para abarcar zonas de vigor ético e higiene emocional fuera de discusión. Es un proceso revelador que no admite la impostura, brota de una óptica honesta sobre ese pedazo de realidad y logra, si cabe, imbricar cine y vida. Uno de los asuntos medulares en la tradición del cine espejo -etiquetado como social- es el que cuestiona los cimientos de cualquier sistema educativo como triste barómetro con que pulsar un orden social lleno de carencias. Muestra este ramillete de obras un microuniverso desde el que abordar los choques generacionales, la inmersión cultural o las lacras afectivas como factores de un código ético en peligro constante.
El milagro se produce cuando se rechaza el maquillaje emocional, ese arsenal de recursos para encarrilar lágrimas por caminos trillados. Cuando se huye del lugar común y se exploran los matices, el mordisco a lo real reluce por sí mismo, desnudo, más efectivo que nunca el vapuleo intelectual. LA CLASE saca cabeza entre las muestras de un género masticado hasta el cansancio, que no parecía poder aportar flancos nuevos de análisis del entorno escolar. Alguna perspectiva insólita habrá asumido el francés Laurent Cantet para ver laureada su película por la crítica exigente. Al menos un pellizco de honestidad podrá rebañarse en su radiografía de la adolescencia, sus conflictos, su paso trémulo desde la niñez a una edad adulta apenas definida.

Siguiendo el rastro luminoso de un cine europeo de vocación testimonial, el film se asienta en una naturalidad expresiva desarmante, y lo hace sin levantar la voz. Gotea poco cine que intente describir sin juzgar un abanico temático de índole tan coyuntural, muy propenso al prisma sensacionalista. La cámara de Cantet ausculta a profesores y alumnos, calladamente, evitando entrar en la condena moral o ese traicionero didactismo que suele pringar las visiones yanquis del paisaje: marginalidad, desestructuración familiar, exaltación idealista del profesional de la enseñanza, equipado de carisma, catalizador de un cambio de actitud en sus pupilos hormonantes, incluso sorteando la rigidez de las normas del centro. Reside el logro de la película en la ausencia de moralina, del rotulado chillón sobre la sensible conciencia de una galería complacida al ver cómo pintan las cosas de mal en colegios e institutos, los recintos donde forjar a los triunfadores y los frustrados del futuro.

Sobra carne para la reflexión en una pieza tan jugosa como ésta, aferrada a la sutileza antes que a la mecánica aleccionadora de cara a la taquilla. Los grandes valores por los que hacer diagnóstico de una edad difusa como es la pubertad se enuncian con el rigor, la sobriedad y el aplomo narrativo propios de un enfoque tridimensional de los conflictos. Si el cine norteamericano factura muñecos de plastilina y acentos discursivos, nada de lo que LA CLASE tantea se ajusta a patrones, nada desprende los aromas turbios de una verdad falsificada para impactar. Varias escenas podrían resumir la pulcra exposición del material, en todo momento regido por una necesidad de hacernos entender lo que pasa. Se pretende así-y se logra- abarcar todos los matices cívicos huyendo de recias justificaciones. Limpiamente es como fluye este diálogo entre los tres pilares del panorama educacional -pedagogos, jóvenes y padres-, desde la discreción reconocemos a seres humanos cargados de dudas, miedos, prejuicios.
Se cumple el objetivo de testimoniar una realidad tan poliédrica como desconcertante, un complejo inventario de exigencias, estrategias, soluciones moldeadas en función de un marco social en perpetuo cambio. La industria francesa nos ha entregado un ejemplo magistral de cine, sabio y respetable, llamado a ocupar una esquina en la memoria de los grandes espejos de nuestro tiempo. Lo que equivale a registrar nuestro propio depósito de contradicciones y temores desde una estatura artística incontestable.

7 comentarios:

M. Jordan dijo...

Gran crítica.

Me quedo con esto que dices: "El milagro se produce cuando se rechaza el maquillaje emocional, ese arsenal de recursos para encarrilar lágrimas por caminos trillados."

"Entre les murs" consigue huir de esas películas con las que comparte sinopsis de una manera muy inteligente. Ahí radica la base de su éxito.

Anónimo dijo...

Es verdad, habría que compararla a cosas como MENTES CRIMINALES y subproductos de esa calaña, con una moralina inyectada en vena y todo muy comercial, muy tópico, muy falso. Y eso que en ésta salía mi querida Michelle Pfeiffer...

Un saludo!

Emilio Calvo de Mora dijo...

Me la imagino de otra manera. Será cosa de verla. En cuanto pueda, en cuanto la tengo a mano. Me pilla de cerca, por oficio. De todas formas nunca me gustó (nunca) el cine que habla de escuelas y de maestros. Se trata el asunto de la pedagogía y de la educación siempre de manera sesgada, interesada, parcial, sometida a criterios que en modo alguno (o en casi ningún modo) coinciden con la vida dentro de un colegio. De eso, por los años, sé lo suficiente.
Tu crítica, oh my friend, muy buena. No suelo leer reseñas antes de ver la película de la que hablan y últimamente, en tu página, estoy cometiendo la imprudencia (personal) de contradecirme. Se leen muy bien, y entonces uno, claro, cae. Saludos.

Anónimo dijo...

Al final tendré que verla. Verás, sucede lo siguiente: Veo "la ola" y poco después sale otra en la línea... Veo "Flame y citrón" y es una avalancha de películas las que estrenan de la temática, Tom Cruisse (Dios! qué perezón!) incluido. Sobre resistencias segundomundialeras creos que van tres en lo poco de año andado.

Fenómenos paranormales? En fin... leyendo tu comentario, no me quedará más remedio que darle la oportunidad a la cinta. Lo de la nominación no me convenció, pero lo leído, pues sí.

Saludos!

Anónimo dijo...

A mí La Clase no me termina de convencer porque me está cansando la renuncia a cualquier tipo de compromiso con la realidad por parte de cineastas como L. Cantet o M. Garrone (Gomorra). Lo de diagnosticar genialmente, vale. Pero luego todo queda en el aire... Eso sí, como cine es sobresaliente.

Kasker dijo...

Me encantó este film. Es tan natural y tan creíble... He leído críticas mucho menos elaboradas q la tuya y más sencillas q me han transmitido mucho más. Creo q te encanta recargar tus reseñas y a mucha gente se les hace tan cuesta arriba q no terminan de leerlas. Pero es tan solo mi humilde opinión.

Anónimo dijo...

Puede que tengas razón, Kasker, pero it´s my way!! No puedo evitarlo, es la forma de escribir que me sale...y cuando la peli me inspira tanto, hasta creo que se quedan cortas para todo lo que me sugieren...

Un saludo y gracias!