

No se extralimita la autora de COMO UNA IMAGEN (2004) de su sendero habitual y vuelve a desvestir conflictos arrimada al humor inteligente, en franca huida del brochazo tosco que otra comedia nacional, por aquéllo del ombliguismo galo, propaga con insólita aceptación en taquilla. Sugiere poesía y lucidez un título como HÁBLAME DE LA LLUVIA, aunque no termine de ofrecer ambos elementos en grandes dosis. Al modo de un tapiz de encaje preciso, Jaoui se las arregla para enhebrar relaciones y cruces dialécticos hasta dar forma a todo un paisaje emocional, discreto pero también efectivo. Y lo hace disfrazando de enredo ligero lo que intenta ir más allá. Hay pretensiones de cuestionar certezas y miserias, de catalogar con sarcasmo algunos de los rasgos de la convivencia social.

Sin llegar al temible pantano discursivo, las escenas están bien urdidas, regadas de alusiones culturales e intelectuales
que no ahogan el dibujo de este racimo de personajes, sus inquietudes adultas y una reelaboración de todo lo que tenían como seguro: el padre cuya autoridad queda debilitada, la mujer política que ve cuestionada su férrea independencia, los inmigrantes árabes en su eterna búsqueda de respeto e identidad. Algunos instantes realmente simpáticos alternan con apuntes dramáticos de escasa definición, haciendo que la propuesta, elegante y sobriamente rodada, pierda intensidad. El sólido trabajo de actores enriquece este nuevo enfoque sobre las máscaras de comportamiento dentro de una comunidad. Un agudo estudio a carboncillo que desarma el buenismo de algunas relaciones interpersonales, así como la conexión entre poderes públicos e individuos.
Resulta al menos curioso el uso del recurso audiovisual con el que entretejer el material: por un motivo o por otro, acceder al interior de la persona popular para destruir prejuicios se hace no ya difícil, sino prácticamente imposible.


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