

Y lo hace mediante este sentido y profundo homenaje a la libertad innata del ser humano para encontrarse a sí mismo, para afirmarse como entidad física y proyectar su más arraigada dimensión espiritual hacia la naturaleza que lo rodea, hacia el medio salvaje en el que desarrollarse y del que se ha visto privado en aras de una vida falsa, hipócrita, postiza, estéril, materialista y, en definitiva, carente de sentido y plenitud.

La visión de esta espeluznante, extraña y magnética INTO THE WILD apela a la zona más noble de nuestra sensibilidad y eleva la mera y rutinaria experiencia como espectador a la esfera de la emoción más pura, al territorio donde descubrimos nuestra propia integridad individual, al paisaje anímico en el que tomamos conciencia de lo que somos y en el que nos liberamos. Es una propuesta más lírica y sugerente que narrativa, no importa tanto la progresión dramática como el efecto cautivador y reflexivo que nos produce. Penn ha querido -y logra- que cada espectador construya su apasionado viaje interior, superando así el tono elegíaco de sus anteriores obras.
INTO

Es una de las experiencias más arrebatadoras, subyugantes y emotivas que he podido vivir en un cine. Por todo lo que la historia plantea, por ese preciso empleo del montaje,


Sean Penn sigue investigando su pequeño hueco en el cielo de los creadores genuinos, y lo hace con una poderosa parábola sobre la pequeñez de nuestra vida frente al entorno, sobre el poder que escondemos para cambiar nuestro destino, para hacer temblar los pilares sobre los que se organizaban nuestros días. La historia del joven graduado de familia adinerada pero absolutamente disfuncional que abandona los oropeles de su vida de éxito para viajar al corazón de Alaska y reformular los códigos de su existencia es nuestra historia, la de cualquiera de nosotros, la de todos nosotros. Con ella recorremos todas y cada una de las emociones que nos alimentan. Hace falta mucha dosis de inteligencia e intuición para lograrlo.

Lo mejor que puede pasar es llevarte la película puesta en tu cabeza y no poder quitártela durante un tiempo. Tengo la sensación de que esta pequeña joya, modesta y ambiciosa, íntima y espectacular, vivificante y dolorosa, pertenece a esa especie.
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