29/2/08

LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA: poema de vida

El uso de la imagen cinematográfica para mostrar historias que exalten la pasión por vivir es tan antiguo como el propio cine. Todos recordamos películas que emiten un canto de amor a la existencia misma, al poder de la voluntad para afrontar y superar los más duros obstáculos y a la admirable capacidad para esquivar las lacras físicas y mentales a prueba de tenacidad y valentía. El peligro estriba en ceder a la manipulación sentimental ante historias de tan humano calado, en hacer demagogia o simplificar los valores en juego.

No es el caso de esta emotiva, hermosa, sensible y poética nueva obra del talentoso y poliédrico artista Julian Schnabel, quien vuelve a transitar complejos paisajes emocionales en su adhesión incondicional a las más marginales víctimas del funesto destino. Con LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA, centra su mirada inquieta en un personaje apasionante, Jean-Dominique Bauby, afamado redactor jefe de la revista Elle que, a sus 43 años, queda paralizado a causa de una embolia. Absolutamente incapaz de comer, hablar o respirar sin asistencia, su experiencia da lugar a uno de las propuestas más sutiles, arriesgadas y exultantes del último año. Schnabel nos ha regalado uno de esas odas al poder vivificador de los sucesos más traumáticos, justamente por lograr encontrar en la adversidad algún motivo para seguir adelante. Y nos contagia el júbilo de Bauby, su fé, su combate con la autocompasión.

Tan humanista y edificante punto de partida evita sin embargo el camino fácil de lo lacrimógeno, sortea los excesos de un discurso simplista y paternalista, expone el asunto con delicadeza y sobriedad, sin hacer apologías del sufrimiento ni condescender ante la frágil figura de Bauby. Por ello, adivino que no era un proyecto sencillo de materializar, y supongo que el artista Schnabel escogió la senda más creativa, la deslumbrante fusión del documental narrativo con la sugestiva belleza de los sueños y la visión subjetiva. El resultado, en mi opinión, es una de las más poderosas y enriquecedoras historias estrenadas, en todos los niveles. Con un trabajo de fotografía magistral del habitual de Spielberg Janusz Kaminski, el autor plantea la odisea de su personaje desde su misma interioridad, explota estéticamente el punto de vista del protagonista, por lo que gran parte del tiempo vemos lo que su ojo ve. Enfermeras, familiares y amigos pasan por delante de Bauby, quien no puede emitir los sonidos que articularían los pensamientos incesantes en su cerebro vivo. Ni tampoco pueden captar sus sentimientos, sus angustias, sus miedos, sus deseos, sus esperanzas, sus frustraciones y el irrefrenable afán de lucha que otorgará plenitud a lo que le resta por vivir.

La carga metafórica recorre la película desde el título mismo y la llena de profundidad y alegórico entusiasmo. La condición de Bauby se equipara a la de un convicto, pero esta vez es el propio cuerpo el recinto asfixiante, son sus limitados márgenes físicos los que no pueden salvarse, la escafandra le aprisiona y le impide volar, dar rienda suelta a su instinto de proyección hacia una realidad mejor. El alcance significativo del párpado izquierdo, único elemento de su cuerpo que aún tiene vida, reviste de nobleza y dignidad su espíritu heroico, casi épico. Es ese párpado la mariposa que le dirige en su nuevo y artístico camino hacia una felicidad posible; con la ayuda de su aleteo insaciable -codificado gracias al apoyo y la paciencia infinita de las enfermeras- terminará encontrando el signo de la autoafirmación, dejando testimonio indeleble de su vitalismo en un libro autobiográfico que difundirá, tras su muerte, la esencia de su tesón, su duelo constante con el fracaso, su instintivo y loable anhelo por no sentirse muerto.

Nada es gratuito en este regalo de película. Todo el metraje se expone con rigor y ausencia de moralinas. No veo por ningún sitio una absurda actitud piadosa hacia el personaje, su hazaña posee una grandeza propia, rebosa luminosidad, no se disfraza con artimañas narrativas para ensalzarlo. Se ve parte del pasado de Bauby a través de flashbacks, sirven estas escenas para desconectar del presente y darle una vida anterior a un ser humano que ahora la busca postrado en su silla de ruedas. Supongo que se ha ocultado el lado más oscuro y excesivo de la agitada vida del verdadero Bauby, pero no me hace falta para valorar y entender su lucha en el presente. Impagable es el tono onírico de muchas secuencias, el humor que salpica sus pensamientos, la fuerza que el sarcasmo le proporciona para afrontar sus limitaciones, la potencia visual de gran parte de las secuencias -articuladas con esos planos subjetivos tan expresivos-, la destreza de Schnabel para combinar la fría descripción de la rutina diaria en el hospital -esa hermandad con una de las enfermeras, entregada traductora del parpadeo alfabético- con los líricos pasajes del tormento y la ilusión, que necesitan de esa continua voz en off para hacérsenos presentes.

Me quedo con una escena, de una hondura emocional aplastante, quizá la más estremecedora de LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA: la conversación telefónica con su padre -el carismático actor sueco Max von Sydow, de presencia siempre estimulante-, quien se encuentra también impedido, encerrado en otra cárcel. La conmovedora unión de esos dos seres rotos por la soledad, aislados en su recinto de dolorosas dimensiones, finalmente emparentados por los golpes de una realidad inclemente, me dejó abatido. Creo que me costará volver a descubrir un cántico tan honesto, tan original, tan sublime y tan desgarrador a la pasión por la vida. La esperanza no la pierdo.

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