28/2/08

JUNO: la semilla del diablo

Con esta pequeña película de título tan exiguo como sus pretensiones, y casi tan mínimo como sus logros, he vuelto a ser engañado por el marketing y por un cierto espectro crítico muy favorable a ella. Aunque, tratándose de la semilla de una diabólica ex-stripper y ex-blogger con ínfulas de escritora recauchutada y bastante hortera, no me extraña nada que mi opinión sobre el producto sea totalmente opuesta. Es otro ejemplo claro de cómo algo minúsculo va agigantándose por efecto del boca a boca, aunque... salvemos las distancias con otras más ilustres.

La carta de presentación de JUNO es perfecta: adolescente norteamericana bastante más inteligente, sarcástica e ingeniosa que la media, con un punto de precocidad y otro de rebeldía, decide entregar en adopción al bebé que ha engendrado con el más espigado, lelo y blanquecino de sus compañeros de clase. Y, por suerte, encuentra en un anuncio de prensa a una pareja en apariencia modélica para que eduque a su retoño en un ambiente intachable de gente acomodada. Hasta aquí, el núcleo de la trama, que va desgranándose en un tono general de amabilidad y buenas maneras, hasta conformar un paquete bien envuelto para gozo de una mayoría bienpensante y adocenada.

Porque, honestamente, no es tan rebelde ni tan ingeniosa ni tan irreverente ni tan mordaz ni tan singular ni tan progre la nueva obra de Jason Reitman, autor de la más interesante y socarrona GRACIAS POR FUMAR.

Su JUNO -auténtico éxito de taquilla y aclamada por muchos críticos- se centra en la peripecia maternal de una joven espabilada que afronta este hecho inesperado con insólita tranquilidad no exenta de gran valentía. Sobre todo, teniendo en cuenta que el padre es un insulso e introvertido joven en pleno proceso hormonal, más preocupado por superar su tiempo en las carreras de atletismo. En fin, que asistimos al periplo prenatal de la avispada joven a través de su relación con los futuros padres adoptivos de su hijo, mediante el contraste entre la franca naturalidad de aquélla -cuyo entorno familiar es bastante tolerante con la situación insólita- y la pluscuamperfección de éstos. Y se organiza el relato en cuatro bloques -correspondientes a las cuatro estaciones- con numerosas y agradables canciones que se ganan al respetable. Es una propuesta que encierra el clásico apego por los lazos familiares y la plenitud que otorga la maternidad, aunque sea mediante la burocracia adoptiva. Eso sí, esta vez la protagonista no tiene pelos en la lengua y disfraza el posible temor ante el futuro con -en ocasiones- cargantes dosis de intelectualidad y fina ironía. Opuesta a ella, los futuros papás postizos -exitosos profesionales- acaban no siendo lo que parecen, su envidiable status y armonía acaban resquebrajándose, su ideal matrimonio se rompe al fin.

Más allá de todo esto, no he visto nada especialmente brillante, ni en el guión ni en la puesta en escena, simple aunque efectiva. Bajo una capa de calculada ligereza y con gotas de tragicomedia desnatada, el cóctel es, como se ha comprobado, no sólo eficaz sino premiable -la inefable autora, de ilustrativo nombre de guerra Diablo Cody, recibió hace unos días el oscar al mejor guión original embutida en hirientes ropajes, tan excéntricos como el premio que recibía-. Algo está ocurriendo en la industria cuando se ensalzan minucias como JUNO aduciendo razones centradas en la modestia de los planteamientos, las buenas intenciones o la carga de humanidad de sus personajes. Porque lo cierto es que todo esto no siempre da lugar a una película de altura. Todo ello está presente aquí, pero el conjunto no va más allá de una anécdota insípida y sin fuerza, y con un regusto bondadoso bastante irritante. Al terminar, no pude dejar de preguntarme: ¿y...esto es todo? La película aporta la consabida cuota de pequeñez sin complejos que el mercado yanqui se dispone a ofrecernos con frecuencia. En mitad de tanto encefalograma plano, estas obras "independientes" se asoman como salvadoras de la causa noble y pulen las conciencias neoliberales con sus espinosos asuntos. Eso sí, no atraviesan. Ni por asomo.

Hijo de uno de los más rentables fabricantes de comedias del mainstream, Jason Reitman dirige con oficio y funcionalidad este producto afable exento de malicia, excesos o salidas de tono. Todo surte su efecto, aunque no hay una carga ideológica debajo que sustente este retrato cálido pero descafeinado, no existe el espíritu ácido que se le presupone. Al menos yo no pude descubrirlo en ninguno de los bloques de la historia, pese a la picardía y agilidad de algunos diálogos, y mi empatía con los personajes fue relativa.

Aún reconociendo la excelente creación de la emergente Ellen Page -que brilló en la inquietante HARD CANDY- y del correcto Michael Cera, no fui capaz de identificarme plenamente con sus inquietudes, con sus dudas, con su marginal relación y con la supuesta madurez que un embarazo inesperado puede aportar. Quizá no he sabido captar los matices e intenciones de una obra con vocación televisiva. Pero creo que una cucharada más de mala uva y un desarrollo más definido de los temas que aborda habrían enriquecido el resultado. Otra vez será, Diablo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que peli mas mala, la acabo de ver. 'Exiguo' es el sentido de todo esto, no se acaba de definir con ninguna de las historias o relaciones que cuenta. Que ganas tenia de que terminara.
Bueno, solo hay que ver las pintas de la escritora... hasta le tengo respeto a Lucia Etxebarria despues de esta bazofia.
Por cierto, he visto escenas de 'Gracias por fumar' y parece que tiene mejor pinta.
Un beso desde la tierra de la kindl y el currywurst.