
La estampa de vaivenes sentimentales en la ciudad condal nos devuelve al Allen más genuino, recuperamos su mapa afectivo, ese territorio de impulsos,
desengaños, pasiones y frustración que ha venido escarbando en obras de indiscutida precisión. Más o menos inspiradas, sus piezas de análisis han sabido decir mucho sobre la gente y sus estúpidas (también admirables) formas de reaccionar. Siempre las facciones cómicas relajando tensiones, siempre el conflicto bajo máscaras livianas, escritas con tiralíneas y otorgando altura artística a lo que algunos transformarían en enredos vacíos.
No es que no quiera enredarnos en su homenaje al país que recientemente le concedió un insigne premio. Por el contrario, su vuelta al universo temático marca de la casa encuentra acomodo en las formas de un vodevil arrebatador, simpático y tan libre como fueron otros, si bien la Gran Manzana muta ahora en el rostro polimorfo de una Barcelona bohemia y deliciosa, al que se suma el paréntesis por parajes asturianos. Pero diré que la previsible concesión al tópico geográfico no chirría tanto como cabría esperar. Los espacios de costumbrismo ocupan su lugar en el guión con funcionalidad dramática, es por lo que no me molestó tanta cámara en ristre
y buceo en la cultura de la capital catalana. Ni siquiera el guitarreo mostrado en una parte de la trama me desafina como recurso fácil, tratándose de España. Es más, el contraste de idiosincrasia que ofrecen las dos turistas americanas enriquece una visión amable -sólo en la fachada- del amor, o de sus colores y trazos, o de las consecuencias de un amor que impide la convivencia de los amantes. Allen mordisquea no sin astucia la jugosa fruta del deseo, y la dentellada se antoja más provocadora que nunca al describir todos los perfiles del impulso amoroso, incluso los que nunca antes se animó a sugerirnos. Porque si ya parece difícil el camino entre dos, resulta divertido comprobar el efecto de un amor a tres bandas, al final más benéfico para evitar fracasos anteriores. Muy atrevido Woody.
La complicidad del cuarteto de actores, todos brillantes, ayuda. Con ellos la historia nos va moviendo por su maraña de fluidos encuentros, nada me chirría por jugarse las cartas desde una óptica ligera, pero en el fondo aguda y reflexiva,
Allen sabe tanto por viejo y por diablo, disparando su ironía y dejando claro que nada es fácil.
O tal vez sí pueda serlo. Su viaje, que una machacona voz en off hace más explícito de la cuenta, nos deja experimentar el amor que no se piensa por nacer desde el riesgo, la liberación de los instintos más humanos como motor de la felicidad. Material de vieja escuela, cierto, ahora convertido en maquinaria engrasada para gozarla. Será más bien por tratar asuntos de siempre que me dejo empapar por la frescura sin complejos de todas y cada una de las escenas. Y me gusta la sensación.

5 comentarios:
A mí me parece de las más malas de Allen. Pero los genios tambien meten la pata, de vez en cuando... y se nota más
No se si por el gusto de llevar la contra, pero a mi no me pareció tan mala. Arriesgada y difusa, puede, pero a su vez más auténtica.
Si comparamos a Allen con Allen, no es su mejor film, desde luego, pero comparado con el resto de la cartelera, es obligatoria.
¡1 saludo!
Creo q el doblaje le hace mucho daño y tb q su desarrollo es algo torpe, pero para nada es desdeñable y más viendo como decís la cartelera. Digamos q esta a medio camino entre las genialidades del maestro neoyorquino y sus películas mas desacertadas, no es una maravilla pero tampoco un despropósito. Lo q más me gusta es el mensaje de la película y el tono meláncolico q adopta. Eso, y q por primera vez Penélope Cruz con un papel muy breve haya hecho sombra a todo el reparto, incluído a Bardem.
El amor, la pasión y la belleza se cuelan en cada uno de los planos de "Vicky, Cristina..." Decía Quentin Tarantino que los directores filman sus mejores obras durante su juventud debido a su vigor sexual, en el caso de Woody Allen parece que su vigor se mantiene intacto a pesar del paso del tiempo.
Totalmente de acuerdo contigo, Kraven. Es una película muy fresca y más profunda de lo que aparenta, puro gozo dedicado al arte, a la vida, al deseo y al amor. Ahí es nada.
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