27/8/08

BATALLA EN SEATTLE: la conciencia toma las calles

Que la rueda del mundo sigue girando, que el sistema continúa exprimiendo su falacia del consumismo, las falsas libertades que dan pie a nuestras elecciones. Que la sociedad, abstracción sin color ni forma, se ha hecho más inhumana, de un apetito voraz que termina por absorber a sus criaturas. Al final va a ser verdad todo lo que Stuart Townsend pone en una bandeja semidocumental, puro cinema verité en pleno siglo XXI. Eso si, Charlize Theron y Ray Liotta lustrando el panorama, para que el pellizco en las conciencias se rebaje con su carisma, por otro lado desaprovechado en personajes algo epidérmicos.

Presumo que no son los brillos y oropeles de las estrellas del firmamento Hollywood el objetivo del director. Los personajes de BATALLA EN SEATTLE no actúan más que como vehículos transitorios de la idea vertebral del film, uno de los más interesantes títulos de la cartelera. Insisto. No se encuentra aquí el cine rutilante de efectos especiales, no se pretende emocionar con complejas interpretaciones, se evita el artificio a toda costa. Si el adjetivo realista pudiera definir alguna clase de películas (las hay), bien cabría adjudicárselo al bautizo de Townsend, pues el núcleo dramático de la acción se alterna con imágenes de archivo que ilustran los detalles reales del conflicto. De sobra conocemos los hechos objetivos, medibles, impepinables que han inspirado esta obra. Por eso es tan válido el recurso al género testimonial, puesto que se adivina una intención (lícita) de arrancar cierta adhesión del respetable esquivando el exceso melodramático de la ficción arquetípica. Se cuentan verdades como puños, y se hace de la manera menos manipuladora posible.

Estoy seguro de que faltarían explicaciones, de que no nos listan los ingredientes con los que se cocinaron estas jornadas exaltadas en la ciudad yanqui. Aún seccionando la amplitud del fenómeno de la protesta, la película nos lo cuenta noblemente, a la usanza del documento fiel a lo real, sólo enturbiado por alguna licencia de guión que se sale de la línea esencial -el conflicto matrimonial entre Theron y Harrelson está desdibujado, ni siquiera interesa al mismo nivel-. Las cartas que juega son las que hay, sin la trampa del azúcar añadido ni el exceso didáctico, por mucho que en ocasiones se rocen sus peligrosos márgenes. El conjunto queda, en una narración algo voluntariosa, bastante equilibrado, término cada vez más difuso cuando se trata de radiografiar una realidad con cierto acento crítico. Incluso la emoción brota en un final quizá demasiado optimista para los tiempos que nos absorben sin tregua. Ligera concesión con la que seguir soñando la entelequia de un diálogo entre los gobernantes mundiales para arreglar el embarrado panorama social, ecológico (¿qué más?) objeto de la disputa. Más o menos vendría a ser un preámbulo de lo que la reciente -y soberbia- WALL·E (Andrew Stanton, 2008) se ha encargado de profetizar a golpes de lucidez y elegancia. Luego dicen que se llama pesimismo. No se puede concebir mayor aplomo sobre la razón, mayor sujección a la realidad pura y durísima.

Todo lo demás se presupone, y convence. Montaje dinámico, firmeza narrativa, acertada dosis de fatalismo dramático en consonancia con el progreso de las protestas callejeras.Sólo el mencionado boceto de unos personajes relegados a un segundo plano impide redondear un buen intento de Townsend -a la sazón compañero sentimental de Theron- por construir opinión sobre uno de los capítulos más reveladores del buen espíritu ciudadano de la modernidad. Su debut es correcto como obra cinematográfica, pero supera la valla de los productos dignos por su carga de humanidad, no cifrada en las desgracias visibles que infectan el subsuelo de nuestra rutina. En todo caso una desgracia pandémica, la tremenda y desoladora certeza de estar empeñados en destrozar todo lo que siglos de evolución pretendieron instaurar. Sin medir consecuencias. Sabiendo que es la única forma de mutilar las mismas libertades que el político de paso nos vende desde su tribuna. Los peligrosos, dirá éste -bien flanqueado por sus asesores-, son los cientos de cuerdos que se encadenan a las puertas del huracán para frenar el gran desastre. Cosas de las altas esferas.

El debate, y con esto duermo tranquilo, se abre tras esta película más que con ninguna otra. Deduzco que de poco (práctico) servirá.

2 comentarios:

Emilio Calvo de Mora dijo...

Es que no le veo, Tomás, sr. Inquilino. No está. No puede ser, hombre. ¿Qué tal va todo, hombre?

Anónimo dijo...

No la he visto, pero si dices que es buena creo que le daré una oportunidad.
La de la foto es la Teron? Lo digo porque esta actriz no me entusiasma (por decirlo finamente, je,je). Y el policia de la última foto... La verdad es que todas las opiniones que he leído no la ponen muy bien. Pero ya la veo y te cuento...

Un saludo

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