27/8/08

THE WOMEN: cuernos con glamour (manual del blando feminismo)

La cornamenta, vieja refugiada en la estantería temática del cine, reaparece con zapatos de Prada y bolsos Louis Vuitton. Entra descabellada y escudada en gafas de sol, presta al limado de uñas prohibitivo y un frugal almuerzo tras la sesión en el gym, todo sofisticación. Adquiere el rostro de Meg Ryan, actriz reconvertida a esperpento de aquella fresca belleza que fue en los 80. Suyos, y no del Joker de Heath Ledger, son sus labios en perpetuo rictus sonriente como sello de gratitud a su cirujano plástico, insigne asesino de expresiones faciales. Codo con codo del pijerío, su alter ego y amiga, una Annette Bening a quien sigo adorando por más cosas además de su increíble versatilidad. Por seguir siendo atractiva a esa edad casi otoñal, borrosa. La Bening esgrime su belleza desde la sapiencia de la madurez, llena la pantalla a cada gesto y se queda tan ancha. No le ha hecho falta -si lo ha hecho, jamás podríamos jurarlo- ceder al tentador estropicio quirúrgico.
Lo suyo es entrar a saco en escena, pero también arramblar con lo superfluo y lo estúpido, ser ella misma. Aunque suene a anuncio de compresas o íntimas fragancias para cincuentonas. La admiro y respeto como a pocas de su generación. Muy pocas.

Me extraño a mí mismo hablando de las actrices en los preámbulos. Será porque no es otra cosa THE WOMEN que un panegírico hacia la mujer, connotado el término en su peor acepción. Hace poco esquivé el visionado de SEXO EN NUEVA YORK (Michael Patrick King, 2008) como si la frivolidad fuera un cáncer y fuera a exponerme a él. Sigue aquí la estela, mismas diatribas, mismas sandeces. Podría cumplir penitencia la debutante Diane English si su feminismo rancio y desfasado dejara entrever mínimos destellos de insolencia, auténticas ganas de transgredir. Gozo iluso. Su bautizo en la industria brota desde las entrañas mismas de la estupidez, los lugares comunes como timones de proa en otro cántico a la banalidad. El bueno de Cukor mejor reposará sin intuir la poca enjundia que un remake de su obra ofrece en pleno siglo de liberaciones vaginales y demás. O es que tal vez el propio sector femenino aspira a ser lo que estas historias reflejan. Quién puede saber.

Película terrorífica como pocas ésta que aterriza en cartelera con su glamour embotellado, haciendo gala de uno de los asuntos de guión más epidérmicos e intrascendentes del año. Igual que aquel cuarteto de cotorras insatisfechas, estas amigas luchan por su independencia, se pretenden liberales, autosuficientes, auténticas. El problema es lo que late bajo esa careta de arrogancia, su querencia del macho como siempre fue, su necesidad de varón protector -de lustrosa Visa Oro a ser posible-, el miedo a la soledad. Por eso desconfío de esta luxury movie descafeinada y tópica hasta la extenuación, aplastada por la pila de clichés que desgrana en golpes de efecto previsibles, puntualmente chisposos, a la postre arrinconados hacia lo grueso. Y lo hago porque quiere ser gamberra y se queda en juguetona, apunta al desenfado y termina bordeando el precipicio del ridículo. Recelo de su liviandad demodé, su obediente apego a las reglas del vodevil clásico de Hollywood con las que encubrir un peligroso conservadurismo, el puro artificio del enredo apenas tocado con la vara mágica de la época dorada (la genuina). Pero también me asusta pensar que siga vendiéndose este humo. Más si descubro que ciertas mujeres puedan verse atrapadas, identificadas, proyectadas en un retrato tan plano como autocomplaciente. Buen síntoma de los tiempos que nos acogen sería el éxito de este retorno a los viejos moldes sin sacarles otro brillo que el del humor indulgente, blancas líneas de diálogo orquestado sin esmero. Eso sí es digno de lamento.

Percibo bajo el tibio empaque visual de English un convencional recetario de lealtades con perfume exquisito, taconazo blandito por superficies de infidelidad conyugal, incomunicación, retos profesionales, idas y venidas por la gran manzana del éxito y el fracaso. Es más, asoma en su estirado metraje toda una tesis sobre decepciones varias, sobre la mentira y sus efectos, todo ello regado con vino de reserva y espíritu de gossip magazine, las revistas de peluquería de diseño. Con la figura masculina minando los chascarrillos del rebaño de hembras, se atisba la felicidad a golpes de bisturí, otras pariendo como conejas, tal vez afrontando la adolescencia anoréxica de una hija. No es gratuito lo del falso progresismo, ni el más suculento atraco a Tiffany´s puede comprar el placer de ser madre, esposa e hija. Supongo que los tiempos no han cambiado tanto.

Verdad es que no pretende la función mucho más que lo que aporta. Podría retenerse en la memoria una potente Eva Mendes, genial en su rol de chica florero, en contraste con la fugaz y demoledora Bette Midler, la más divertida consejera. Estelares presencias como Carrie Fisher y Candice Bergen -la Murphy Brown que produjo English- otorgan mayor caché al embrollo sentimental, manipulado con mano astuta por los ágiles contornos de la comedieta generacional exenta de aristas. A quien convenza su postizo homenaje a todo un género -ya sea el mujeril o el cinematográfico- será que la vida le trata muy bien. Tanto que se conforma con el encanto facilón del arquetipo. La seducción de un desayuno con diamantes aún puede aturdir la mirada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno bueno, demoledora crítica, que me hace ahorrarme un visionado que ya me temía en cualquier caso doloroso (aunque yo también soy un admirador irredento de Annette Bening). "Te la cambio" por Sexo en Nueva York, que hiciste muy bien en no ver; es grotesca.

Luis Calderón dijo...

Hola , soy Luis Calderón de laoctavacolina.blogspot.com y me encanta leerte.
Ahora acabo de rodar un cortometraje que se estrenará este viernes 19 y me gustaría que realizases una critica de el.
Muchas gracias y espero tu respuesta en este correo luiscalderonfilm@hotmail.com
Un saludo