14/8/08

FUERA DE CARTA: ensalada de histrión y sal gorda

Vaya por delante que he tardado en decidir tragarme esta penúltima (previa a los RIVALES del inefable Colomo) ración de tipismo patrio, no sé si por pereza o por miedo. Harto estoy de defender la causa cinematográfica nacional frente al juicio que la condena, todos esas opiniones basadas en el acomplejado ombiguismo, a veces la ortopedia temática anquilosada en rancias soluciones visuales, cuando no cortadas por el lamentable patrón catódico. Miren por donde que he claudicado por aquéllo de la respuesta en taquilla -obviaré comentarios sobre el (mal)gusto popular, no me tachen de lo que no quiero ser-, pero sobre todo por ser una de las nuestras. Hago constar, señor juez, que la prosaica razón del recaudo no me hizo ni me hará correr tras hulks hormonados, hancocks descocados, superagentes de cartón y hueso, momias de diseño y demás síntomas del aneurisma cerebral yanqui que nos invade con los calores. Pues eso, que conste.

La comedia hispánica tuvo en Berlanga su más noble referente, el estante de miserias cotidianas, vergüenzas colectivas tiznadas de ironía, pero cuando ésta iba en mayúsculas y en verdad asestaba mazazos al abdomen concienzudo de los santos inquisidores. La mala comedia llegó después, Berlanga aún coleteando su pasmosa lucidez y nuestro careto abrumado por el yugo dictador, necesitado de teta sueca, maduritos relinchando en la playa y mucho taco soez. La vergüenza engendró más vergüenza a modo de productos en serie operados para exorcizar un pasado castrante, al que (tal vez) debemos la artritis estructural que vive nuestra industria. En éstas que triunfan Lazaga, Martínez Soria, Landa, los Ozores y demás caterva, a destajo encargados de mostrar cómo el país entero huía de las tinieblas. Eso antes de la comedia madrileña, caleidoscopio kitsch, delirante espejo de una sociedad en pañales, Almodóvar y su troupe, el citado Colomo o Trueba colando un progresismo grueso, calidades aparte, en sus narraciones cotidianas.

¿Dónde situar el debut del televisivo Nacho García Velilla? Baste citar que la célebre serie Aída le ha curtido en la chispa veloz, el torbellino dialogado, en el giro histriónico que tanta parroquia sigue convocando. Cada país tiene la televisión que se merece, y la que mejor lo refleja, eso dicen. Un equipaje éste que se antoja útil para cubrir los escasos retos que plantea un guiónrayando lo estúpido, aunque a la postre escaso para modelar algo cercano al cine. Sin que la sorpresa cambie lo previsto, el producto huele a bisutería cañí, plato precocinado lejos del diseño promovido en los locales del popular guetto gay madrileño. FUERA DE CARTA rescata la esencia de ese cine de tránsito empecinado en lo burdo y el dibujo zafio antes que en dar tallaje al género cómico, por mucha homofilia que se pretenda endosar. Y es que el fondo de la historia no merece desprecio, la búsqueda de felicidad, casi siempre de parentesco afectivo -por encima del estatus económico-, circunscrita a un protagonista homosexual y su culinario séquito. Que todos queremos que nos quieran (parece querer decirnos la historia), más allá de condiciones y prejuicios. Hasta ahí perfecto. El problema, como casi siempre, son las formas.

García Velilla se escuda en el chillido para su apunte de sociología de barrio, de hecho el propio Javier Cámara -empiezo a adorar a este intérprete, que salva cualquier nave del naufragio- se asombró de que en los ensayos le exigieran amanerarse hasta la frontera de lo grotesco. No la cruza, sólo se asoma al mariposeo paródico, estrujando el estereotipo y siendo la queen de un show vodevilesco, exabrupto que se columpia en la fórmula del enredo, de mucho parloteo atropellado, confusiones milimétricas, brochazos de humor orondo -como la barriga del cocinero-, jurásica lucha de sexos y, de postre, un descafeinado chorro de drama familiar calzado sin fuerza, tan light como todo lo demás.

Sean los diabéticos bienvenidos a un cóctel ligero en calorías, ramplón, sin aristas. Podrán l@s modern@s aderezar el menú con provincianismo chusco, quizá con un punto de fluorescencia rosa y aceitosa. Familias que se quieran cool y en la onda, miren este espejo de (in)corrección política servido por marica al borde de la histeria y su desgraciada gerente, la gran farsa de los nuevos tiempos sobre cimientos de caspa en memoria de aquéllos otros. Que sí, que también habla de paternidad forzosa, de precarios lazos familiares, de pequeñas redenciones, salidas del armario y otras nobles lindezas. Una lástima que se opte por la caricatura facilona rellena de tópicos, más próxima al sainete esperpéntico que a la sátira mordaz, de blandengue escritura y mecánica resolución visual. Ni qué decir tiene que el reparto cumple su misión coreográfica -Chus Lampreave maravillosa y efímera-, dejo constancia, señor juez, de su eficaz sumisión al batiburrillo sentimental de escaso alcance. Pero la taquilla es elocuente. Será que el público prefiere el plato combinado antes que la alta cocina para encontrar el punto propiamente spanish, es probable que se conforme con adoquines pudiendo circular sobre asfalto firme. La democracia del gusto -y del estómago- es lo que tiene.

1 comentario:

Fran dijo...

Nunca mejor dicho jejeje.

Crítica con la mordacidad y sátira (sutil) que le falta a la peli.