4/7/08

UN NOVIO PARA YASMINA: mestizaje, casamientos...y Extremadura

Hay películas que desde su génesis asumen la función de documentar conflictos resaltados en titulares casi a diario. De plena -y peliaguda- actualidad, la integración cultural de las minorías étnicas sigue abonando un debate que hace poco cristalizó en un caso concreto. Un colegio de Girona expulsaba a una niña musulmana de 9 años ante la insistencia de la pequeña en asistir a clase con la cabeza envuelta en el hiyab o pañuelo típico árabe. Este hecho, aireado y masticado en los medios, no es más que un fleco suelto de un conflicto cuya gama de matices invalida cualquier juicio inmediato.

Surge el reto de convertir ese cine, sin duda necesario en un balance de cojeras sociales, en ejercicio de equilibrio que evite una postura panfletaria ante el problema que se muestra. Más en una industria como la nuestra, atascada en un abanico genérico que apenas ha empezado a drenarse con insólitas y potentes apuestas. UN NOVIO PARA YASMINA es el debut de la cacereña Irene Cardona, retrato amable pensado y puesto de largo bajo un impulso crítico rebajado con puntadas de comedia costumbrista de modesto alcance. Podría seguir la senda temática de SÓLO UN BESO (Ken Loach, 2004), aunque por referencias costumbristas se aproxime más a la primera Icíar Bollaín (FLORES DE OTRO MUNDO, 1999) o a la más reciente EL PRÓXIMO ORIENTE (Fernando Colomo, 2006), que abordaba con mirada irónica otro alegato a favor de la tolerancia, la solidaridad, el respeto valiéndose de una pasmosa sencillez narrativa y estética.

El tono de falsa ligereza que recubría las propuestas de Bollaín y Colomo predomina en esta fábula sobre la aceptación del extraño en pequeñas comunidades, un microuniverso de relaciones afectivas que basculan entre el humor naif, el dibujo localista y el mencionado discurso social. Cardona combina los ingredientes con mejores propósitos que resultados, tal vez a causa de una realización demasiado plana, carente de la fuerza necesaria para arrancarnos la emoción. Para el que esto firma, lo más interesante fue reconocer el paisaje físico y humano de mi tierra natal, la Extremadura que se quita las legañas del estatismo y se amolda al ritmo de la ebullición multicultural. Se rescata con acierto el entorno rural, la rutina e idiosincrasia de una gente que reconoce el nuevo flujo de inmigrantes y promueve la mezcolanza, la enseñanza de todos los valores que nos definen. Pero tal vez sea el acento de ingenuidad -con cierta pobreza en los diálogos- lo que impida dar entidad dramática al asunto y, en consecuencia, diseñar las emociones para que podamos atraparlas al vuelo.

Y en materia de drama, no hay que olvidar que la protagonista -preciosa y excelente actriz Sanaa Alaoui-, marroquí sin papeles que aspira a obtener un título universitario -pobrecita de ella-, ejerce de profesora en una de las abundantes asociaciones culturales, aunque su precario estatus legal y sentimental parecen alejar su sueño de estabilidad, de ser feliz entre los españoles. Ella vertebra un cuento coral más simpático que divertido que nos habla de la esperanza en un futuro mejor, el espíritu de entrega y los fracasos compartidos, los matrimonios de conveniencia frente al verdadero amor y la vida en pareja, de la fé en un nuevo orden social, ya sea en un pueblo como en la gran ciudad. Sin embargo, no termina de escarbar en los temas que propone, quedándose en la estampa colorista y a ratos seducida por el tono discursivo. Cardona acusa por igual el fresco entusiasmo de la primeriza con material candente entre manos y un irregular manejo sobre el papel -todo se queda en un correcto esbozo- y tras la cámara -una evidente apatía visual-.
UN NOVIO PARA YASMINA no quedará en el recuerdo, pero se suma a esos títulos cuyo exceso de honestidad encubre insalvables limitaciones como obras cinematográficas.Muy digna en su condición testimonial de estos acelerados tiempos que cambian los usos tradicionales de convivencia, las normas comunitarias, el día a día en la escuela, en el trabajo, en la barriada. Bastante mediocre en el lenguaje que describe realidades tan jugosas y presentes.

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