19/8/08

UNA PALABRA TUYA: el peso de la tristeza

No todo el mundo puede ser Fernando León de Aranoa. Me refiero a su óptica como cineasta, al talento para hablar de gente humilde en términos casi épicos. El firmante de BARRIO (1998), LOS LUNES AL SOL (2002) o la inferior PRINCESAS (2005) se subió hace años al pedestal de últimos cirujanos de nuestra realidad cambiante y poliédrica, aunque sin colgarse medallas ni esperar vítores. La humildad es lo que el madrileño ha cultivado desde su brillante debut (FAMILIA, 1995), y es lo que comentarios, apariciones públicas y actitud personal y artística revelan. Lo menciono por ser el con mayor astucia abona la parcela social en la titubeante producción patria, también alimentada por Icíar Bollaín -TE DOY MIS OJOS (2003)- y una nueva hornada que entrega sus tímidos pedazos de vida a modo de discursos honestos, tramados sin trampas y un común escarnio publicitario -15 DÍAS CONTIGO (Jesús Ponce, 2005), NEVANDO VOY (Maitena Muruzábal/Candela Figueira, 2007)-. Digo que no todo el que aborde temáticas cercanas, articuladas en torno al triste gris de la mediocridad, logra horadar la fibra emocional y morar en ella al calor del recuerdo grato. La presidenta de la santísima Academia nacional no termina de convencer en su romance intertextual con Elvira Lindo. Es el germen literario el principal obstáculo para que esta historia de perdedoras cobre peso y autonomía, a la vista de un desarrollo desequilibrado, más centrado en el bosquejo de las situaciones, decididamente lúgubres, sin la densidad psicológica que tanta pesadumbre requiere. Nunca más acertado que aquí el popular comentario que desestima una obra cinematográfica por su herencia novelística.

Ángeles González-Sinde se escuda en la España currante, madrugadora y esclava de horarios relatada por Lindo, en todos esos héroes que a diario levantan el paísaunque el aire gélido les agriete el alma. El dueto femenino sirve para corporeizar un idéntico miedo a la soledad vital que las impulsa a una amistad de roce casi lésbico, en lo que parece un cruce de destinos imprevisto -como lo son todos-. Fácil es suponer que todo lo que sigue al encuentro conduce a un -éste sí- previsible proceso de mutuo descubrimiento, la superación de esos íntimos miedos y la lucha común por capear los envites de la vida perra. En el proceso también logran afrontar los fantasmas del pasado, bien sea el recuerdo de una infancia mutilada por la droga y la precoz madurez, bien las cargas familiares de un presente sin escapatoria. El contrapunto lo pone el vértice masculino del relato, tal vez más estereotipado o de perfil más desdibujado, aunque sea evidente su relevancia dramática para el desenlace de la historia.
Pero nada de esta fábula urbana sorprende ni entusiasma, tan teñida queda con el mustio color de la tristeza apenas rasgado por fallidos ramalazos de humor que no alivian el tono fúnebre -el surrealista arranque hace esperar lo peor-. Desde luego voluntad no falta en un texto ceniciento como la realidad que le sirve de inspiración. Tanto que da la sensación de estar supeditado a las más nobles intenciones sin poder transmitirlas con convicción, ni siquiera con la complicidad de tres sólidos actores, a la cabeza Malena Alterio, perfecta en su eterno rol pusilánime, de tierno patetismo. Lo artificioso de algunos diálogos, la plana dirección o las zozobras entre el desnudo costumbrismo y un leve aliento poético impiden rematar el espejo de miserias tangibles, la asqueante rutina de tantos que esta vez se antoja decepcionante.
Parece necesario recordar anteriores méritos de la directora en su faena retratista para descubrir, si no las válvulas de escape del fango cotidiano, sí mayor aplomo en el recorrido hacia la luz. Ya sabemos lo dura que es la vida. Otra cosa es que nos la cuenten de forma que llegue a emocionarnos, casi nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No siendo amigo del cine español como lo soy, pongamos por caso, del cine de la rko, qué mala leche tengo, me temo que necesito mucho ardor hispano o mucha evidencia de calidad para entrar en una peli de aquí. No me puedo justicicar. Ni falta que hace. Me gustan las pelis sin países detrás. Da igual que sean húngaras o turcas o de Cuenca, pero si hacemos un inventario de films españoles que me han suscitado algún tipo de asombro, de felicidad, no pasan de 20. Hay más cine inglés que me encandila. La Ealing, qué gusto. No obstante, tengo ganas de ésta. La reseña es, como sueles, redonda. Buena escritura, my friend.