22/4/08

8 CITAS: despiezando el amor

Algo tendrá el amor cuando lo bendicen. Tan clara es su presencia a veces que ni siquiera nos atrevemos a confesarlo, a liberar nuestro deseo. Sus límites son borrosos, hasta el punto de confundir una relación de paso con el sentimiento más puro. Uno puede incluso hacer el ridículo con tal de dar buena imagen, la que se espera de nosotros. Es capaz el amor hasta de enfrentarnos con pasados ya olvidados o tan recientes que su herida aún escuece.

Cosas parecidas pensarían los debutantes Peris Romano y Rodrigo Sorogoyen al imaginar esta 8 CITAS, un respetable título en clave de comedia coral que desgrana con frescura los efectos de ese misterio llamado amor en un grupo de personajes variopintos, tan diferentes que acabarán unidos por los lazos afectivos más inesperados. Con la complicidad de un nutrido reparto –Fernando Tejero, José Luis García Pérez, Raúl Arévalo, Verónica Echegui, Adriana Ozores, Miguel Ángel Solá y Belén Rueda entre otros-, los directores se atreven a dibujarnos los perfiles –dolorosos, esperanzadores, desconcertantes, absurdos, surrealistas, patéticos- de tan noble impulso. Y lo hacen apostando por el humor, que suele ser una buena válvula para filtrar este tipo de reflexiones sin parecer trascendentes.

Su bautizo en el largometraje es todo un mosaico de vidas cruzadas, conectadas con los sutiles mimbres de los afectos. Viene a ser una suerte de retrato intergeneracional segmentado en capítulos, cada una de las fases en las que el amor asoma a nuestra vida y nos descoloca. Con diálogos cercanos, identificables, de una naturalidad a veces forzada -aunque simpática-, las historias se suceden con ritmo desigual, pero van contagiando su lenguaje ágil, sin complejos, toda su carga de ilusión, desengaño, optimismo, confusión, deseo. Quizá pueda achacársele cierto abuso de lo hablado por encima de lo meramente narrativo, confiriendo en ocasiones un aire televisivo a los bloques episódicos que, sin embargo, no llega a irritarnos.

8 CITAS nos muestra un tapiz urbano que analiza el universo complejo y poliédrico de las relaciones, la de distintas parejas, frágiles como cualquiera de nosotros, con las mismas necesidades de amar y ser amadas que cualquiera. Unos más logrados que otros, estos “apuntes del natural” juegan la baza de la ironía para transmitirnos una gama extensa de sensaciones, las que viven estos personajes en medio de equívocos, encuentros imprevistos, cosas que no se dicen, cosas que se dicen sin pensar, celos que nos consumen, remordimientos que nos agobian, el hastío y la desilusión que el tiempo nos produce, reencuentros insólitos que vuelven a avivar esperanzas dormidas.

El tándem Romano-Sorogoyen acierta en su realismo sin adornos. Su guión –lejos de ser brillante- sabe trazar pasiones tan contradictorias, aún rozando a veces el esperpento, con situaciones llevadas al extremo, no siempre eficaces. La secuencia en casa de los posibles padres políticos bordea un delirio casi felliniano, incluida la música que la acompaña. Otras son especialmente ocurrentes, puntuadas con algún efecto de imagen y audio que logran su propósito –monólogos internos, excelente montaje-. Es el riesgo de elegir la comedia para contar historias, ya se sabe que el género es tan rico como peligroso, se mueve con resortes difíciles de manejar, y esta película es buena muestra de cómo algún que otro bache no empaña la media sonrisa que queda al final. Un final quizá previsible, pero también el más revelador, el único posible para terminar de implicarnos.

8 CITAS se presenta como un digno ejemplo de la comicidad que oculta nuestra vida, refleja con sobriedad y sin pretensiones cosas cercanas, reacciones de gente corriente, seres a veces bloqueados, quizá entusiasmados, siempre enamorados. Los directores –curtidos en el cortometraje y la televisión- hacen su versión castiza, tan nuestra, de asuntos tan universales y cinematográficos. Una opera prima honesta, ajustada a un tipo de cine ya visto, pero que aún puede sorprendernos con nuevas vías formales y expresivas. Un relato pequeño, imperfecto, hecho desde la sinceridad y las buenas intenciones para hablarnos de lo único importante, lo que acaba entrelazándonos sin esperarlo. No está mal para los tiempos que corren.

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