Están de enhorabuena los que proclaman el lamentable ombliguismo de nuestra industria, su escasa capacidad para escapar de un espectro temático que se agota por repetición. Podrán regodearse con esta nueva muestra de un almacén llamado cine social, que tiene en niños, adolescentes y demás criaturas monstruosas fuertes asideras argumentales. La película aborda el acoso escolar, una de las lacras en el sistema maleducativo nacional que más prensa y telediarios ha acaparado. El astuto tándem C&C traza un relato en torno al bullying -que así llaman al fenómeno-, narrando la experiencia desde la
Las remotas semejanzas con títulos como BARRIO (Fernando León de Aranoa, 1998), EL BOLA (Achero Mañas, 2000) o, si me apuran, HÉCTOR (Gracia Querejeta, 2004) y 7 VÍRGENES (Alberto Rodríguez, 2005) pueden emparentarlo con el subgénero centrado en la conflictiva adolescencia, pero no obtiene los méritos que sobraban a las anteriores. La fuerza de COBARDES reside en sus arrestos para pillar tan proceloso tema por los cuernos y elaborar una trama que no excede la hora y media.
COBARDES, los adolescentes, los progenitores y también los profesores, culpables o víctimas de un fracaso común, de la progresiva erosión de los escasos valores que aún rigen nuestra convivencia. La película tampoco se moja demasiado en finales concluyentes, sólo muestra que el orden de las cosas puede alterarse, que los que antes eran perseguidos y vejados pueden erigirse en líderes, en inductores del miedo y la vergüenza. Junto a la trama principal, se abre alguna otra subtrama satélite discursiva y más enfática -el personaje del mafioso argentino es innecesario, sirve sólo para aleccionar a Gaby, y a nosotros de paso- que aporta poco al conjunto.
Cruz y Corbacho puntúan su relato con una ligera aspiración crítica, aunque no termina de cuajar como obra de denuncia, cosa que es de agradecer. Más bien se estanca en su modesto tratado sobre la marginalidad impuesta y el coraje necesario para vencerla, con un tono dramático al que se ajusta como un guante el sólido equipo de actores -Elvira Mínguez, qué buena eres-. Los créditos aparecen y las preguntas también. La película no estimulará la fibra sensible, pero sí permite cuestionarnos ciertas cosas, interrogantes que quizá no hallen respuesta. Las razonables dudas en torno a una sociedad que ensalza a los falsos valientes y hace mártires sin motivos aparentes. O con ellos. Razones tan estúpidas como tener el pelo rojo.
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