11/4/08

CASHBACK: sueños de hipermercado

Si pensamos un par de segundos, concluiremos que no hay nada nuevo en el fondo de esta película. Da vértigo sumar las veces en que el cine contemporáneo ha mezclado amor y juventud en todas sus posibles combinaciones. Chicos, chicas, institutos, universidades, empleos extraescolares, fiestas privadas, citas, desengaños, reencuentros. Variables envoltorios para idénticas pasiones, la brasa romántica consumiendo la poca sensatez de los adolescentes. O, lo que es lo mismo, hacer el idiota por amor. CASHBACK da un interesante giro al asunto.

Una de las agradables sorpresas que recorrió festivales de prestigio en el 2006 fue esta discreta producción británica dirigida por el fotógrafo Sean Ellis en su puesta de largo. Recuperando y prolongando la idea de uno de sus anteriores cortos, la película relata la experiencia de un joven enfrentado a los sinsabores del desamor y ofrece reflexiones sobre belleza, realidad y fantasía. La originalidad de la propuesta radica precisamente en su protagonista, Ben, estudiante de arte idealista y soñador, quien rompe con su chica y empieza a cubrir el turno nocturno en un supermercado para vencer el insomnio que le provoca este suceso. Sus inquietudes creativas le ayudarán a extraer el lado sublime del ambiente mediocre que le rodea, ejercitando una peculiar capacidad de congelar el tiempo siempre que lo desee. Un estado de ensoñación que le hará superar viejas penas y recuperar la felicidad junto a una compañera de trabajo. Y, de paso, aprovechará esta aptitud para meditar sobre la propia percepción del tiempo y la silueta femenina como impulso creador.

Pasando por alto lo inverosímil de la premisa, entramos en el ámbito de la pura recreación fantasiosa del mundo, y, como tal, la trama abraza lo surrealista y una clara voluntad de despertar sensaciones. Si nos dejamos llevar por este espejismo, entonces disfrutaremos de un film que abre un nuevo camino experimental para contar cosas tan antiguas como el cine mismo. No es que reinvente nada, más bien aprovecha Ellis esquemas definitorios de la comedia teenager más convencional y los reviste de un tono onírico, metafórico, de gran potencia visual y elegantes muestras de una suerte de poesía hecha imágenes y música. Éste es precisamente el aspecto más sólido de la cinta, su cuidado empaque formal. El director despliega con delicadeza una pila de elementos estéticos que engrandecen el resultado y lo diferencian de otras producciones de semejante calibre. Montaje, planificación, banda sonora, uso de efectos en la imagen...todo en CASHBACK se supedita a un cierto -quizá forzado- lirismo, incluyendo una continua voz en off que en ocasiones puede resultar tan sugerente como pedante. El director busca emocionar, y hace lo posible para lograrlo.

El problema está en que el seductor e hipnótico punto de arranque se desinfla poco a poco. Si bien es bastante eficaz dentro de un cortometraje, la idea estimulante de poder detener el flujo del tiempo encuentra aquí escenas reiterativas, de un ritmo irregular, en las que el contenido narrativo se antoja insuficiente para una resolución visual tan cautivadora. De hecho, da la impresión de que la acción se va a la deriva en algunos pasajes, impidiendo que el personaje central evolucione. Pero, al fin, un nuevo estímulo amoroso aliviará su tormento y nuestro temor a aburrirnos. Reclama la película un guión más agudo que en verdad enriquezca personajes tan estereotipados -el jefe cretino y vanidoso, los compañeros neurosexuales, su amigo de la infancia- para ofrecer un resultado brillante, auténticamente innovador. Si es que eso es factible en un género con tendencia al trazo grueso -el humor pueril de secuencias como la del partido de fútbol o las bromas entre los compañeros-, al que Ellis dignifica con moderación. En otras palabras, fascina más el ropaje que el esqueleto. Menos es nada.

CASHBACK propone un nada desdeñable ejercicio de estilo con altas pretensiones, pero emotivo. Un relato cuya endeblez dramática se disimula con retazos puntuales de genio, con un artificio que acaba atrapándonos, con un arriesgado y magnético lenguaje de conexión entre la realidad y la ficción. Su homenaje al cuerpo femenino, cuyo valor estético ha modulado los pensamientos de Ben desde niño -excelente el actor Sean Biggerstaff, que lo interpreta en la edad adulta-, no deja de ser hermoso, de una melancolía herida propia de los artistas. Es esta una pequeña película con imperfecciones, cierto, aunque toma aire y nos va filtrando su contenido optimismo, resaltando la fuerza que otorga el arte para vencer personales angustias y evadirse del presente. Una reivindicación de los sueños que cada cual se construye, del amor más imprevisto, uno que inspira a dibujar sus contornos para seguir soñando. Refleja esta obra todas esas ilusiones que aún alimentamos para saber que la vida tiene sentido. Con eso me basta.

No hay comentarios: