1/5/08

COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO: saliendo a flote

La llegada de la directora danesa Susanne Bier a la industria norteamericana ha tenido lugar bajo el mecenazgo de Sam Mendes y el triunvirato Dreamworks, hecho que resulta curioso tras contemplar esta hermosa historia de pérdida y redención. Nadie mejor que una postulante del dogma cinematográfico para amoldarse a los patrones de un cine outsider cuyo peso dramático se aleja tanto de los dictados del mainstream hollywoodiense como su poco convencional ejecución. Lo extraño es que haya sido financiada por los firmantes de títulos no precisamente indies, hecho que podría revelar un estimulante -aunque presumo muy escalonado- cambio de rumbo en el desnortado mercadeo yanqui, por definición más preocupado por engordar las arcas que por contar historias. O eso, o un súbito lavado de conciencia.

COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO abraza desde el metafórico título las más dignas intenciones de emocionarnos. Puede lograrse tal propósito escudándose en una profilaxis temática y narrativa que intente colarnos su moralidad barata con el calzador de lo recurrente, tratándonos como idiotas del sentimiento. O puede alcanzarse con inteligencia, metiéndonos de cabeza en la llaga y asimilando el dolor como si fuera nuestro. En carne viva que suelen decir. No es fácil desnudar a unos personajes hasta el insoportable límite del vacío, hacerlos caminar en el alambre del desgarro y complicarnos a nosotros en el viaje sin que apeste a burda manipulación. Bier -tras un bagaje fílmico hecho a base de doliente humanidad- lo consigue.

El relato permite que espiemos a estos seres torturados que comparten sus temores para darse aliento mutuo y seguir luchando. Es una historia que evoca otras de igual calibre emocional, curiosamente protagonizadas por Halle Berry y Benicio del Toro -MONSTER´S BALL (Marc Forster, 2001), 21 GRAMOS (Alejandro González Iñárritu, 2003)-, quienes retoman unos roles de indigesta carnalidad, en esencia sufridores de la ingratitud del destino que, pese a todo, les deja divisar una mínima esperanza. Audrey, la madre de dos hijos que enviuda del modo más irracional y absurdo, dará cobijo a Jerry, ex-heroinómano amigo de su marido que verá en esta relación el camino abierto a una posible recuperación. La convivencia entre ambos da pie a una película hecha con certeros disparos a bocajarro, un tratado sobre la desesperación que se descarga sobre nosotros plano a plano, un intenso y sinuoso retrato de dos vidas cercenadas por el abismo de la droga y la soledad.

Tras un arranque impreciso, en el que el confuso montaje podría hacer pensar lo peor, la directora va desplegando sus bazas, marcando este trayecto complejo y cenagoso con enorme sutileza. Pese a rozar los denostados márgenes del melodrama, COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO logra manterner el tipo, contando con acrobática valentía los restos que cada cual conserva de su naufragio, el poder sobrehumano para superar la tiniebla y ver algo de luz. La película no se permite licencias fáciles en esta doble ración de angustia, más bien evita caer en lo que podría preverse -que todo derivara en una relación amorosa-. Bier sirve la tragedia con escenas poderosas, escritas con tiralíneas, hechas pura vida con dos actores soberbios, intuitivos, tan comprometidos con Audrey y Jerry, con su infierno, como acabamos estando nosotros cuando los rótulos -puntuados con la espléndida partitura de Gustavo Santaolalla- anuncian el final.

Con sabia dosificación del impacto emocional, la historia se mueve en el tiempo para construir poco a poco un brutal y desazonador relato de culpa y reconciliación, un inclemente esbozo sobre el miedo en toda su polimórfica presencia. El miedo a la terrible soledad, el terrible miedo a las recaídas que impiden levantarnos, miedo al insomnio que amenaza, el infantil miedo a meter la cabeza en el agua, el miedo adulto al fracaso matrimonial, el miedo a perder todo aquello que tenemos, ese equilibrio familiar que se revelará tan precario. Una historia que estimula a enfrentarnos a los fantasmas, a los secretos del pasado, nos ayuda a encontrar una válvula de escape a través del perdón y la complicidad entre almas siamesas, desubicadas, ansiosas por huir del sufrimiento.

Esta edificante, catártica película reivindica el valor de la autoestima, de la honestidad a prueba de fuego, de la generosidad y la entrega correspondidas, los únicos refugios a los que acudir cuando la vida se empeña en mostrar los dientes.

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