

COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO abraza desde el metafórico título las más dignas intenciones de emocionarnos. Puede lograrse tal propósito escudándose en una profilaxis temática y narrativa que intente colarnos su moralidad barata con el calzador de lo recurrente, tratándonos como idiotas del sentimiento. O puede alcanzarse con inteligencia, metiéndonos de cabeza en la llaga y asimilando el dolor como si fuera nuestro. En carne viva que suelen decir. No es fácil desnudar a unos personajes hasta el insoportable límite del vacío, hacerlos caminar en el alambre del desgarro y complicarnos a nosotros en el viaje sin que apeste a burda manipulación. Bier -tras un bagaje fílmico hecho a base de doliente humanidad- lo consigue.
El relato permite que espiemos a estos seres torturados que comparten sus temores para darse aliento mutuo y seguir luchando. Es una historia que evoca otras de igual calibre emocional, curiosamente protagonizadas por Halle Berry y Benicio del Toro -MONSTER´S BALL (Marc Forster, 2001), 21 GRAMOS (Alejandro González Iñárritu, 2003)-, quienes retoman unos roles de indigesta carnalidad, en esencia sufridores de la ingratitud del destino que, pese a todo, les deja divisar una mínima esperanza. Audrey, la madre de dos hijos que enviuda del modo más irracional y absurdo, dará cobijo a Jerry, ex-heroinómano amigo de su marido que verá en esta relación el camino abierto a una posible recuperación. La convivencia entre ambos da pie a una película hecha con certeros disparos a bocajarro, un tratado sobre la desesperación que se descarga sobre nosotros plano a plano, un intenso y sinuoso retrato de dos vidas cercenadas por el abismo de la droga y la soledad.


Con sabia dosificación del impacto emocional, la historia se mueve en el tiempo para construir poco a poco un brutal y desazonador relato de culpa y reconciliación, un inclemente esbozo sobre el miedo en toda su polimórfica presencia. El miedo a la terrible soledad, el terrible miedo a las recaídas que impiden levantarnos, miedo al insomnio que amenaza, el infantil miedo a meter la cabeza en el agua,

Esta edificante, catártica película reivindica el valor de la autoestima, de la honestidad a prueba de fuego, de la generosidad y la entrega correspondidas, los únicos refugios a los que acudir cuando la vida se empeña en mostrar los dientes.

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