5/5/08

CASUAL DAY: trabajo en equipo

En los últimos años se ha implantado en España una política empresarial importada de Estados Unidos que esconde bajo bucólico embalaje las siniestras intenciones propias del capitalismo. Con el fin de estimular las relaciones entre empleados y reducir el estrés, se les invita a pasar un día -quizá un fin de semana- en el campo, lejos del entorno urbano y sin formalismos. Estos días ociosos se llenan de terapias de grupo, juegos de estrategia y algún que otro desfase noctámbulo con los que se prepara el terreno para el posterior rendimiento laboral.

El madrileño Max Lemcke escoge el nombre de esta práctica, CASUAL DAY, como título a su brillante segunda película, una ácida radiografía del mundo de la empresa a través de un grupo de trabajadores forzados a convivir fuera de su hábitat. No extraña el tema ni el tono abordados en alguien que engrosó la plantilla de Telefónica durante doce años, experiencia más que suficiente para urdir un trasfondo crítico a esta inteligente comedia coral. Tampoco es raro encontrar ecos de otras excelentes muestras de este ¿subgénero?, más definido por la agudeza de sus diálogos que por el virtuosismo tras la cámara. Confiesa el director recibir influencias de la brutal GLENGARRY GLEN ROSS (James Foley, 1992), aunque más cercanas están las de SMOKING ROOM (Julio D.Wallovits/Roger Gual, 2002) y EL MÉTODO (Marcelo Piñeyro, 2005). Obras que diseccionaron con ingenio el comportamiento grupal ante situaciones límite promovidas por ciertas compañías como barómetro del clima de trabajo y el nivel de implicación de sus trabajadores. El mismo espíritu irónico e idéntico talento literario se dan cita aquí.

Los guionistas trazan con precisión un soberbio mosaico humano en el que distintos tipos de empleados encuentran su reflejo. Es el sutil entrelazado de personajes lo que vertebra una narración ajena a efectismos, entregada a una tensión más verbal que visual. Pero el relato se centra en el joven Rui, vacilante entre cumplir con las esperanzas que el padre de su novia -y futuro jefe- ha puesto en él y seguir sus impulsos de dejarlo todo. Viva imagen del favoritismo que tanto practican las compañías, es el hijo predilecto cuyo dilema moral brota en situaciones de presión como ésta, críticos momentos que le permiten cuestionarse cosas -sentimientos, valía profesional-. Junto a él, su mentor, José Antonio, prototipo de selfmademan, fruto del esfuerzo y el arrojo, orgulloso de los sueños materiales que le ha granjeado una vida por y para la empresa, íntegro -admirable o despreciable- en su concepto del corporativismo.

CASUAL DAY se sirve de este excelente punto de arranque sin ceder a dramatismos gratuitos y despliega su arsenal quirúrgico con solvencia. Lemcke diagnostica las diversas psicologías enfrentadas, y lo hace amortiguando el análisis con humor, humor agridulce destilado en frases certeras, mordaces, identificables. Comicidad que se intercala con escenas donde el conflicto que intuíamos termina estallando, algo que manifiesta el equilibrio narrativo de la película. Es ésta una obra que se erige en cáustica parábola del comportamiento humano, de todas las piezas en un sistema voraz que potencia el triunfo empresarial como valor supremo, un mercado de valores que rechaza al pusilánime, a todo el que muestre flaquezas personales que lastren su escalada.

El secuaz del jefe, el pelota, la defenestrada, el trepa, aquél cuyo rendimiento baja por tragedias conyugales, la chica víctima del imperio machista que aún predomina... Ejes de una historia que los representa con los detalles justos, afilada y oscura, aunque también jocosa, con toda la mala uva que se requiere. Lemcke hace uso de una puesta en escena sobria, tan relajada y armónica como la campiña que alberga rencillas y complicidades, bien sabe que sólo hay que dejar que los actores den cuerpo a un sólido libreto. Grandes nombres -Javier Ríos, Alberto San Juan, Luis Tosar, Álex Angulo, Marta Etura- entre los que se abre paso el maestro Juan Diego. Vuelve a confirmar el sevillano que faltan elogios para definir su nivel creativo, su absoluta asimilación de un personaje incómodo, reconocible en su falta de escrúpulos, su cinismo, fiel a unos principios y certezas que intenta preservar a toda costa.

CASUAL DAY se revela como uno de las mejores bazas estrenadas hasta el momento, un espejo de las miserias que afloran en la sociedad capitalista tiznado de sarcasmo y cierta amargura. Una pequeña película que logra reconciliarnos con el cine nacional al demostrar que grandes ideas no exigen grandes presupuestos. Sólo ganas de contarlas y una enorme lucidez.

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