29/5/08

THE DEAD GIRL: emoción a jirones

Convendrán conmigo en que el ilustrado y a la vez inmundo doctor Lecter inseminó hace ya unos añitos los códigos de un thriller de la postmodernidad que otros caníbales menos brillantes han intentado ratificar hasta la extenuación. Coleccionistas de huesos, acuchilladores vaginales, fetichistas de lencería bañada en sangre, portentosas mentes capaces de burlar con acertijos al tenaz cuerpo policial y ganarse al respetable a golpes de encanto. La fórmula, achicharrada por rutinaria, recuperó el pulso con la reciente ZODIAC, del inquietante David Fincher, ejercicio de autor muy cercano a la maestría que viraba el timón del efectismo hacia una absorbente y puntillosa narración de pulido clasicismo.

La californiana Karen Moncrieff se sirve en THE DEAD GIRL -su segunda película tras BLUE CAR (2002)- de un atroz homicidio como eje narrativo de un relato coral segmentado en cinco bloques.

Relacionadas de alguna forma con el crimen, otras tantas mujeres se encaran con el dolor y la pérdida, con la desesperación y la culpa, en un pequeño aunque eficaz discurso que evita plasmar la procelosa tarea de investigación sobre los motivos del suceso. Antes bien, la directora centra su mirada en el ámbito donde las sufridas féminas se desenvuelven, elaborando un paisaje sombrío, descorazonador, tan sórdido como sigue siendo la profunda Norteamérica que el gran cine se ha encargado de inmortalizar.

El problema de las historias troceadas es la garra dramática que exigen para que su hilo conector no se quiebre a la menor ocasión.Más en este film, concebido como una sucesión de pequeñas estampas con autonomía, apenas imbricadas entre sí, sin seguir la estructura narrativa de vidas cruzadas tan recurrente. Es una película seca, tan desnuda que transmite una sensacion de gran realismo por la falta de ornamentos, pero también de una brevedad tal que el dibujo emocional de los personajes se queda cojo. Los minirrelatos que vertebran el metraje pretenden abarcar la psicología de sus protagonistas a partir del trágico acontecimiento nuclear, pero no es fácil cuando apenas disponemos de tiempo para conmovernos o de una excusa de mayor hondura que acabe entralazándolas. El conjunto hereda, en la estética y en el tenebroso fondo, formas televisivas, el reducto que ha estilizado los asesinatos en serie y nos lo sirve de postre para la cena.

Sobrios rótulos nominales abren cada capítulo, introduciéndonos en la rutina de la extraña que descubre el cuerpo, la madre de la víctima, la esposa del homicida, la joven empeñada en identificar a la muerta como su desaparecida hermana y la propia chica asesinada. Diversas líneas por las que describir un ambiente de suciedad moral que no es nuevo, y que aquí queda reflejado con austera escenificación. Lo que importa en THE DEAD GIRL no es resolver o justificar o valorar el impulso criminal, sino mostrar distintas actitudes ante lo que se escapa a la lógica, aquéllo que nos sobrepasa y termina hiriéndonos -relación entre madres e hijas, machismo, fanatismo religioso, drogadicción, desamparo infantil-. Un crimen en mitad de una llanura desolada como vínculo fantasma para hablarnos de cosas de siempre. Muy yanquis, muy nuestras.

Moncrieff se vale de tonalidades frías, ásperas, en perfecta sintonía con lo que nos cuenta. Demasiada tristeza, eso sí. Finaliza la proyección, debidamente marcada con la oscura banda sonora, y se posa en el espectador el patetismo y la angustia de estos trozos de vida, con este minúsculo ramillete de mujeres, algunas pusilánimes, otras luchadoras, todas tocadas por el peso del pasado y la muerte. Excelente reparto en la siniestra función, al que sacan lustre la maravillosa Marcia Gay Harden y una recuperada Piper Laurie -la infernal progenitora de CARRIE (Brian de Palma, 1976)-, que se ceba sobre el espíritu débil de Toni Collette. Son tres de los rostros por los que filtrar la desazón, la pesadumbre, el mal rollo que engendra una sociedad absurda, enferma de monstruos disfrazados de ciudadanos respetables, los causantes del sabor estropajoso que acaba inundando nuestra garganta.

1 comentario:

Emilio Calvo de Mora dijo...

Insisto: escritura torrencial, pulcra, signficante. Me apunto ésta. Cae hoy, sin ir más lejos. Más saludos.