No me extraña que el debate sobre la identidad del sufrido cine español siga abierto. Empeñados en abrir nuevos caminos, algunas producciones se alejan de los esquemas temáticos y expresivos más manoseados para salvar el triste nivel de la industria –y, de paso, la opinión del público-. Fue el caso de LA SOLEDAD (Jaime Rosales), [REC] (Jaume Balagueró/Paco Plaza) o EL ORFANATO (Juan Antonio Bayona), que, más allá de diferencias recaudatorias, estimularon la taquilla moribunda del 2007. Todo lo demás revela una alarmante rutina, falta de riesgo y mucha autocomplacencia.PROYECTO DOS se enmarca en un subgénero poco cultivado en España –afortunadamente- como es el thriller de tintes “psicocientíficos”. Me explico. Diego –Adrià Collado-, investigador genético en un laboratorio, vive feliz con su mujer –Lucía Jiménez- e hijo, pese a sufrir frecuentes momentos de regresión mental en los que cree revivir experiencias pasadas.
En una imagen por televisión descubre a alguien que, con su mismo rostro, es atropellado por un autobús. Tras descubrir que en realidad es hermano gemelo de la víctima, su vida empezará a cobrar todo el sentido que las extrañas visiones mentales auguraban. Así arranca la puesta de largo de Guillermo Groizard, escrita junto a Manuel Valdivia, Chus Vallejo, Nacho Cabana y Marga Varea. Tal y como puede imaginarse, esta premisa argumental -rocambolesca y oblicua-, quedará a la altura del resto, en lo que se revela como una propuesta de género bastante más que decepcionante.El problema para que la película pueda al menos interesar es la forma en que maneja el contenido narrativo.
Uno –armado de paciencia- acaba perdiendo la esperanza en que el asunto se arregle, porque los minutos pasan y los cabos sueltos, los giros, las artimañas empiezan a multiplicarse y
Sin entrar en su discutible entretenimiento –esto depende de lo que cada cual se exija-,
Es éste el principal defecto que un título con material tan prometedor debe afrontar: oculta lo convencional bajo los ropajes más modernos. Es el resultado de los aires de acomplejada grandeza que pueden asomar en nuestro cine, seducido a veces por los patrones yanquis que tanto crucificamos.
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