6/6/08

AN AMERICAN CRIME: vecinos y monstruos

Se agradece el oportunismo de un film como el de Tommy O´Haver en este tiempo de epidemia homicida que engorda los informativos cada día. Aún más horrendo resulta comprobar sus similitudes con el caso del jubilado de Amstetten, el venerable convecino que fraguó el cautiverio, violación y embarazo de su propia hija en un zulo casero y que ha producido el lógico seísmo en la opinión pública. Cine y realidad rivalizan en mostrar la enfermiza cara de la naturaleza humana, los límites de humillación que gente con apariencia honrada y pacífica se atreve a rebasar.

Aprovecha el director y abarca esa realidad infame y denigrante con una historia de suspense que canoniza el concepto de cine basado en sucesos reales. Puede decirse en efecto que AN AMERICAN CRIME es prototipo de ficción nacida de hechos consumados y debidamente juzgados, con lo que gran parte del beneficio del público queda garantizado. Tremendo, asqueante y bárbaro, es penoso admitir que todo eso tuvo lugar en un modélico barrio norteamericano en los 60. Una modesta ama de casa -fabulosa y aterradora Catherine Keener-, de misa dominical y estricta moralidad, vive abandonada por su marido y rodeada de hijos. Para aumentar los ingresos, se hace cargo de las jóvenes hijas de un matrimonio vecino que trabaja recode feriantes que se marcha a recorrer el estado.

Pronto descubrimos que el ambiente de incipiente liberalismo que tantas veces hemos visitado se torna escenario brutal, desquiciado, envolviendo la peor atrocidad bajo la estampa ligera del retrato de época. Es un inicio engañoso, nos muestra una fachada amable, llena de clichés -incluso en la banda sonora- que poco a poco se oscurece para que asomen siniestros recovecos, tan angustiosos como incómodos, de gran eficacia en este cuento de terror cotidiano.

O´Haver articula la película en torno al juicio de los hechos, con la voz de Sylvia -excelente Ellen Page-, la joven protagonista, metiéndonos de lleno en la escalofriante historia. Primera licencia para acoplar nuestro ánimo con más facilidad. Un gran sentido de la puesta en escena alberga la macabra función, que va tomando cuerpo, y de paso descompone el nuestro.

De ritmo irregular, el drama suma méritos más como reflejo de actos intolerables, denigrantes, lógicos objetos de condena pública que por propias virtudes cinematográficas. Esta historia pide a gritos más garra, una realización que esté al nivel del tremendo material desplegado ante nuestros ojos. Pese a ello logra mantener la atención en su salvaje ilustración, aunque se revele incapaz de evitar una cierta linealidad general, un regusto a producto de consumo más voluntarioso que brillante.

AN AMERICAN CRIME no deja de contener una poderosa idea bien ambientada pero diluida por la falta de definición del tono general. En la búsqueda de realismo sucio, distrofia moral a granel, no se puede trazar un final onírico, de un falso lirismo que produce la confusión en el espectador. Es la segunda licencia narrativa, cuyo aire de ensoñación podría hacer recordar la moderna LAS VÍRGENES SUICIDAS (Sofía Coppola, 1999), donde la ambigüedad de su fábula se exploraba con criterio más coherente y fascinante. Lo de O´Haver se detiene en un tenso, crudo, revelador barómetro de la sociedad que engendra monstruos y los ofrece en titulares para el almuerzo. Una desasosegante película que hace reflexionar sobre las lacras de la condición humana, sobre los márgenes que delimitan actitudes intransigentes y psicopatías de babucha y aspiradora, sobre el muestrario de pesadillas ocultas en el sótano que ni el más avispado puede sospechar. En EE.UU, en Austria, donde sea.

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