19/6/08

ENCARNACIÓN: el crepúsculo de una diosa

Resuenan en el segundo largometraje de Anahí Berneri tímidos ecos de esa pieza maestra en la que una ajada Gloria Swanson se negaba a aceptar el paso del tiempo y la soledad de los actores caídos en olvido. Son sólo ecos, si bien el genio de Wilder supo trazar el desamparo del ostracismo forzoso en líneas de guión perfectas, mientras Berneri no excede el esbozo de unas ideas necesitadas de manos más firmes para navegar.

Silvia Pérez es Ernie Levier, actriz de serie B y ex-vedette en esa mediana edad de plenitud que empieza a mostrarle el perfil más cruel. La etapa de madurez interior que otras mujeres proclaman se revela terrible para alguien que hace años se amoldó al placer de los elogios, los flashes, los clamores del auditorio. ENCARNACIÓN es la propia definición del oficio de actriz, esa digna tarea de vivir otras vidas, de ser otro para que la parroquia de fieles mantenga el mito. Pero es también esta historia pequeña que narra lo que sucede cuando las luces empiezan a apagarse, cuando el declive asoma obligando a replantear una vida entera.

La directora argentina -junto a Gustavo Malajovich y Sergio Wolf- escribe con el lápiz del costumbrismo un relato que acusa su epidermis narrativa, su tono blando y sin fuerza. Mejor propuesto que resuelto, el viaje de Ernie a sus orígenes discurre como personal cara a cara consigo misma, ese amargo momento de hallar una identidad que los focos plastificaron. Un viaje que le muestra vínculos familiares frágiles, alimentados de envidia y rencores por lo que dejó atrás en su busca de éxito. Sólo la relación con su sobrina adolescente le descubre las ilusiones que un día tuvo, ese tiempo dorado en que los hombres se trababan de deseo, su tiempo de gloria que los dos varones de la función -el maduro y el joven- le hacen revivir. La que tuvo, retuvo.

Sin embargo, la historia no levanta el vuelo de la reflexión por la errática creación de secuencias, muchas veces de torpe dirección hacia el buscado horizonte de patetismo, compasión, afecto por la estrella que ya no brilla. Es en ciertos tramos centrales cuando la película podría haber convertido su historia mínima en un drama de mayor calado, un homenaje descarnado -qué paradoja con el título- a la artista, espejo de tantas otras. La célebre sex symbol nacional Silvia Pérez, curtida en estas batallas, aporta otoñales carnes y serena mirada, aunque Berneri la deje sola entre tanta dispersión.
Quiere hablar ENCARNACIÓN del irremediable encuentro con el presente, amenazado con la sombra de viejos esplendores. Y del pánico ante la inminente decadencia, que la piel acartonada y el desprecio del nuevo público recuerdan sin piedad. Es momento de hacer balance de lo que lo que una fue, de fortalecer el ego buscando en google las críticas favorables, de maquillar lo inevitable. Llegó la hora de entender qué papel seguirá representando una en la vida, es como sabremos si hay alguien que aún nos recuerde y nos quiera. Tan hermoso descenso al crepúsculo merecía una mirada más intensa, mejor definida, pura emoción.

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