20/6/08

MARGOT Y LA BODA: hermanas y neuróticas

Que la familia puede ser el peor nido de víboras no nos pilla de nuevas. Que secretos, mentiras, reproches y otras lindezas exploten en el jardín o a la hora de la barbacoa, tampoco. Esas mascaradas de felicidad forzada que permiten reunirnos por un tiempo con la parentela aún dan juego en el cine. El dios Bergman nos lo mostró en pildorazos de sabiduría hasta sus últimos días. Su más avezado discípulo, el pequeño genio de Nueva York, nos emborrachó de obras maestras en el arte del bisturí. Su maravillosa HANNAH Y SUS HERMANAS (1986), sin ir más lejos, reside en las esquinas de esta MARGOT Y LA BODA, pero es apenas un fantasma que rellena su oquedad emocional con el serrín de lo impostado. Lo que en Allen fuía sin esfuerzo se atraganta aquí entre imágenes secas y afiladas, que no intensas.

Noah Baumbach insiste en sus radiografías humanas tras UNA HISTORIA DE BROOKLYN (2005), joya de narrativa concisa y complejidad moral que diseccionaba el derrumbe matrimonial de dos intelectuales neoyorquinos. Un sólido relato de patrones dramáticos y estéticos heredados en este dibujo verborreico del reencuentro de dos hermanas ante el inminente casorio de una de ellas. Nicole Kidman y Jennifer Jason Leigh -pareja de Baumbach en la vida real- hablan y hablan y se dejan arrastrar por el torrente emocional que el director plantea desde la irritación, con todo lo que ello supone para el desarrollo de la trama y nuestra estoica tarea de espectadores.

Conoce bien Baumbach las reglas del perverso juego dialéctico al que asistimos, y hace uso de una puesta en escena abrupta para desnudar su gama de miserias, de heridas abiertas. Pero su historia es fría, desapasionada, artificio distante engordado con empacho de neurosis que termina saturando su posible trazo de realidad. Y no es que lo neurótico no sea real, cualquiera puede vomitar verdades en situaciones límite. Pero hay dos problemas para que se produzca esa magia propia del cine, que no es otra que la de cautivarnos sin apenas percibir el influjo. El primero es esa cascada verbal que articula las secuencias, y que conduce sin remedio al hastío. El segundo obstáculo -asociado a éste- es lo que en su obra anterior sumaba méritos, el lenguaje fragmentado como espejo del conflicto interior. MARGOT Y LA BODA cojea por un claro desajuste entre el fondo -denso y discursivo- y su empaque formal -atropellado y naturalista, donde la elipsis ciega el mínimo resquicio al perfilado de personajes, a alguna emoción-. O lo que es lo mismo, un atractivo plato caliente que se nos sirve congelado.

Sin el humor negro y el cinismo que aliviaban las portentosas SECRETOS Y MENTIRAS (Mike Leigh, 1996) y CELEBRACIÓN (Thomas Vinterberg, 1998), el último latigazo contra la institución familiar queda sofocado bajo sus propias ínfulas introspectivas, impidiendo que las turbulencias sugeridas creen algo parecido al desasosiego. Ni siquiera la simbólica escena del árbol -caída del viejo tronco como metáfora del propio pasado roto, irrecuperable- mitiga el pretencioso retrato de estos individuos al borde de la crisis. Y, por si tanta disfunción fuera poca, Jack Black salpica de estupidez la fraternal reunión y nos asienta en la indiferencia.

Hay una escena en la que Margot, escritora de vida liberal y lengua viperina, califica a su hijo de "apolillado y displicente". En otra, éste le confiesa haberse masturbado. Vida y literatura confundidas como nunca. Sobredosis de esnobismo pedante y artificial. Lo natural con el aroma infecto de lo postizo.

3 comentarios:

Redrum dijo...

Totalmente de acuerdo. Queriendo una realidad tan extrema, casi cae en la comedia con unos personajes con los que nadie se puede identificar, y si fuera el caso, claro está el espectador se irritaria.

Me resulta de gran parecido a un resumen de Gran Hermano para culturetas (que no cultos), donde levantar la voz es tan sólo una manera de llamar la atención, sin justificación ni propósito.

Y además, aparece Jack Black, que debe ser señal de "no veais este film".

¡1 saludo y genial crítica!

Emilio Calvo de Mora dijo...

La tengo en cartelera, Tomás, y la veré, a pesar (claro) de tu contundencia expositiva. En el fondo, incluso a pesar de tener ya una leve idea de qué va y cómo, me inclino a pensar que tendrá algo que justifique los euros de peaje. Saludos, amigo.

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu crítica, muy inteligente y afilada. De hecho es justo lo que merece esta cinta.

Me he tomado la libertad de publicar el final de tu crítica en mi blog, señalando su procedencia, espero que no te moleste.